Madrid-Barca, la paz empieza nunca
Entre los años 1943 y 1945 hubo una tregua que se rompió con el intento de los azulgrana de fichar al jugador madridista Rafael Yunta.
En las semifinales de Copa de 1943 el Madrid y el Barça salieron tarifando. El Madrid perdió la ida, 3-0, y la crónica en Yade Eduardo Teus (exjugador del club) creó revuelo en Madrid. Se quejaba del árbitro, intimidado según él por la actitud agresiva del público. Para la vuelta en Chamartín se vendieron silbatos con las entradas y se creó un ambiente tremebundo que afligió al Barça. Ganó el Madrid por un escandaloso 11-1. Era el 13 de junio.
De resultas de aquello cayeron ambos presidentes. Para sustituirlos, en el Barça se designó en principio a un industrial textil, José Albert, que sólo duró 35 días y lo dejó para ser vicepresidente de la Federación Catalana; el puesto finalmente recayó en José Vendrell, coronel en la reserva. En el Madrid el elegido fue Santiago Bernabéu. Jugador, secretario y ocasional entrenador antes de la Guerra Civil, en la que participó con 40 años como cabo del ejército franquista. Ya no estaba en el club tras ella, pero mantenía contactos y acudía asiduamente al viejo Chamartín.
Su primera iniciativa nada más llegar al cargo (15 de septiembre) fue reparar el roto con el Barça, al que propuso cerrar el pleito con dos amistosos en los que se pondría en disputa una llamada Copa de la Concordia. El primero se jugó el 31 de octubre en Madrid y sirvió de homenaje a Juanito Monjardín, leyenda del club, coetáneo de Bernabéu. El Barça fue agasajado en el Ayuntamiento, visitó el Alcázar de Toledo, acudió al hipódromo invitado por el Madrid, y hubo una cena en la que Bernabéu entregó a cada jugador del Barça un mechero de oro y al club, un ánfora de plata. Luego jugaron en un ambiente cordial y empataron a uno. La vuelta se jugó el 26 de diciembre. El Madrid acudió a misa en La Mercè, visitó el Pueblo Español de Montjuïc y el Monasterio de Montserrat. Los dos equipos entrenaron juntos en los pinares de Vallvidrera, para reforzar la imagen de amistad. El partido sirvió de homenaje a Antonio Franco, capitán del Barça ya en retirada. Antes del partido, el presidente culé bajó al campo a estrechar uno a uno la mano a los madridistas, al tiempo que les daba un reloj. Ganó el Barça 4-0, adjudicándose así la Copa de la Concordia. Hacía seis meses del pleito y todo parecía solucionado. Hasta...
Para la 44-45 el Madrid fichó a un interior toledano, Rafael Yunta, Rafa a secas para el futbol, que despuntó en la Ferroviaria. Dio un rendimiento excelente esa temporada. El Barça se interesó y se puso en contacto con él para saber si aún tenía ficha como amateur. De ser así, podría ficharle, porque los amateurs no estaban sujetos a derecho de retención. Estaba prohibido establecer tratos con un jugador sin hablar antes con el club. Rafa contó en el Madrid que el Barça le había llamado y Bernabéu urdió una trampa.
Le dijo que fingiera interés y concertara una cita en la cafetería Dólar, situada en la proa de un edificio muy característico de Madrid, donde se bifurcan Alcalá y Gran Vía. Entonces era conocido como el edificio de La Unión y el Fénix, ahora como Metrópolis. De aquella cafetería era notable parroquiano el púgil Paulino Uzcudun, que fanfarroneaba allí para sus incondicionales. El propio Bernabéu tenía una tertulia los jueves al caer la tarde.
Lo dispuso todo para que en la mesa contigua a la reservada para el encuentro entre Rafa y el secretario del Barça, Joaquín Labuena, se instalara un notario con varias personas más, para dar fe del hecho. La entrevista se produjo como estaba previsto y el notario levantó acta de lo tratado, avalada por los numerosos testigos que le acompañaban.
Era julio de 1945. Con las pruebas en la mano, Bernabéu puso una denuncia en la Federación, que en noviembre suspendió de sus funciones por dos años a Labuena. A Rafa le impuso una multa y la prohibición de fichar por el Barça en las dos siguientes temporadas.
El jugador siguió tres años en el Madrid. Algo tocado por los sucesos, le costó más la titularidad. En la 48-49 pasó al Valladolid, donde reverdeció su juego hasta que le cayó encima Acuña, portero del Deportivo, y le tronchó la tibia. Eso aceleró el final de su carrera. Más tarde fue entrenador de cierto éxito. Ascendió a Primera al Pontevedra del "hai que roelo" y dejó buen aroma también en el Celta, el Calvo Sotelo y la Cultural.
Su nombre quedó ligado a la ruptura de una paz que duró de diciembre de 1943 a julio de 1945. Un corto paréntesis en un siglo largo de relaciones turbulentas.