La primera derrota de Johan Cruyff en Liga tras 26 partidos
El Atlético de Madrid corta en la temporada 1973/74 la racha del Barcelona de 26 partidos invicto, todas desde que llegó el holandés.
Era la antepenúltima jornada de la Liga 73-74 y el Barça era campeón matemático. Visitaba al Atlético, campeón del curso anterior, con el afán de mantenerse una jornada más invicto. Llevaba exactamente 26, todas desde que llegó Johan Cruyff, en la octava. Antes de eso había perdido sus salidas a Elche, Vigo y San Sebastián. Desde que apareció el genial holandés todo fue una marcha triunfal que incluyó aquel célebre 0-5 en el Bernabéu y la victoria en el Camp Nou ante el Atlético con su inolvidable gol acrobático. Ese primer Cruyff era un prodigio.
Y no hacía nada de gracia aquello de ser un escalón más en el camino del Barça hacia un récord. La sola mención parecía un agravio. Además, no podía descuidarse: necesitaba quedar al menos cuarto para acudir a la Copa de la UEFA si perdía la final y, aunque era segundo, solo le separaban dos puntos del quinto.
Así que en las vísperas hay emoción. El partido se va a jugar el sábado 28 de abril. La final contra el Bayern no será hasta el 15 de mayo, de manera que no hay por qué reservar jugadores. Juan Carlos Lorenzo, entrenador del Atlético (el de “entre bomberos no nos pisamos la manguera”) practica intensamente el viernes la contratáctica a la trampa del fuera de juego que caracteriza el Barça de Michels. Capón y Heredia son los encargados de aparecer de atrás para sorprender. Todo eso lo cuenta la prensa el día siguiente, entonces no había secretos.
Michels llega ufano y generoso en elogios para Cruyff: “Canaliza el juego y garantiza 20 goles”, dice. En la época, 20 goles eran una enormidad. Cruyff se pone piel de modesto: “Solo soy uno más”. Reina, que ese verano había pasado del Barça al Atlético, afirma: “Estoy deseoso de verme ante ellos”. No lamenta haberse ido justo cuando el Barça iba a ganar la Liga: “Aquí vamos a por la Copa de Europa”.
El Manzanares se llena de un público ansioso. El Atlético hace pasillo al Barça, que cuando lo recorre se pone a su vez en pasillo para aplaudir al Atleti. En su peripecia ante el Celtic tuvo a toda España de su lado. Hay ambiente feliz.
El Atleti juega con: Reina; Melo, Heredia, Eusebio, Capón; Adelardo, Luis, Irureta, Alberto; Ayala y Gárate. Michels sacrifica a Rexach para dar entrada a Gallego y fortalecer la defensa: Sadurní; Rifé, Torres, Costas, De la Cruz; Juan Carlos, Gallego, Asensi, Marcial; Cruyff y Sotil.
Arbitra el aragonés Bueno, con el que el público se impacientará en la primera parte por los fueras de juego. Lo de la contratáctica no está resultando. Hay llegadas, sobresaltos, buenas paradas, pero ningún gol antes del descanso. El público reclama a Ufarte, lo que atiende Lorenzo, sacándolo en el 54 por Alberto para atacar con tres. El segundo tiempo es más movido. En el 69 entra Panadero por Capón. En el 77, aún con 0-0, entra Rexach por Torres. El Barça quiere ir también a por el partido.
Sigue el 0-0 en el 85 cuando empieza a llover. Parece una señal, porque justo entonces se cuela Melo en el área y Rifé le voltea. El penalti es inapelable. Lo transforma Luis con su habitual serenidad. El Barça se revuelve y se lanza al ataque. Pero en el 89, un pase de Gárate a Heredia rompe la línea adelantada y llega el 2-0. La contratáctica de Lorenzo ha funcionado. El segundo gol da brillo a la victoria porque, escribirá Gilera el día siguiente en ABC, “ganar por un penalti siempre es poco y discutible…”.
La parroquia rojiblanca sale feliz: es un gran augurio para la final que viene. Se le ha hecho un favor al Madrid, pero por una vez no importa. Cruyff alaba: “El Atlético tiene un nivel europeo de fútbol”. Y lo tenía. Dos semanas después estuvo a un minuto de ganar la Copa de Europa.