¿Hay que abatir “pepas”?
En todos mis años como cazadora (de cuya cifra prefiero no acordarme), han sido muchas las ocasiones en las que se ha planteado en medio de una tertulia con compañeros cazadores, la necesidad o no, de abatir ciervas.
En todos mis años como cazadora (de cuya cifra prefiero no acordarme), han sido muchas las ocasiones en las que se ha planteado en medio de una tertulia con compañeros cazadores, la necesidad o no, de abatir ciervas. No todas las voces han sonado siempre al unísono, terminando las jordanas con variopintas opiniones, unas más respetables que otras.
¿Hay que abatir “pepas”?
Siempre que el objetivo de la explotación sea mejorar la calidad de los venados y no sobrecargarla, es necesario mantener una densidad moderada de ciervas con controles racionales de población.
Aunque no lo aparenten, las ciervas o “pepas” son las principales competidoras del macho por el alimento, ya que su menor tamaño corporal las permite aprovechar mejor la hierba en los extractos de menor altura.
Si una población de ciervos se deja abandonada a su suerte, sin la intervención del hombre, vemos que a medida que aumenta la población de machos, la pirámide de población se desviará progresivamente hacia las hembras.
En contra de lo que tradicionalmente se ha pensado, las ciervas tienden a mantenerse durante toda su vida en los lugares donde han nacido, siempre que no sean molestadas excesivamente y, sobre todo, que no les falte el alimento. De modo que cuando se realiza un descaste se debe tener en cuenta este factor, ya que un aclarado en una zona determinada suele tener poco efecto en las manchas vecinas.
El control de ciervas es una necesidad que nos hace plantearnos una nueva cuestión relativa al tipo de hembras a eliminar de la población:
Lo más común ha sido siempre eliminar las ciervas más viejas asumiendo que son peores criadoras, cosa que no es cierta, ya que la fertilidad de las ciervas aumenta a partir de los 3 - 4 años y no disminuye hasta los 15 años. A partir de esta edad, aunque es cierto que existe un claro descenso de fertilidad, la eliminación de este tipo de hembras supondría la eliminación de muchas de las mejores madres de edad adulta. Si se eliminaran todas las hembras viejas estaríamos eliminando a las ciervas con mayor experiencia.
Otro criterio de descaste ha sido el de la eliminación de las hembras más delgadas y de peor aspecto. Según los estudios realizados en fincas experimentales se ha demostrado que las hembras que producen una cría de más peso o un macho, parecen después más débiles, más delgadas tras el esfuerzo de la cría. Eliminarlas es claramente un error, pues en ellas están las mejores madres criadoras.
En cuanto a la “norma” de eliminar las hembras que no lleven cría, es el que levanta más polémica, pues si bien una hembra que no ha criado posiblemente es una mala criadora. Algunos gestores mantienen que esa hembra que no ha sufrido un desgaste de crianza, puede producir al año siguiente una hembra más grande o posiblemente un macho, basándose los detractores de esta teoría, en las observaciones en las que hembras adultas que pierden a sus crías, tienen mayor probabilidad que el resto de volver a perder a sus gabatos en los próximos partos.
Una práctica muy frecuente es eliminar a las crías tardías y a sus madres, ya que producen crías de peor condición. Si se hace bien esta selección, se puede obtener la sincronización del periodo de partos con la época más favorable para ello, lo cual es muy positivo para el desarrollo poblacional.
Este criterio de eliminación no está exento de polémica, aunque el gestor sí ha de tener en cuenta, que una cría tardía difícilmente llegará a alcanzar los desarrollos deseados y por lo tanto su eliminación suele ser conveniente, ya que contribuye a que la madre aumente su condición física y adelante el siguiente celo. Por los mismos criterios, eliminaremos las crías huérfanas y el menor de los gemelos en el caso que los hubiera.
Otra cuestión es decidir qué tipo de caza es la que mejor puede llevar a cabo este sistema de eliminación de hembras. La captura en vivo es una posibilidad, ya que los grupos familiares se desplazan juntos. No obstante, no hay que descartar la conveniencia de batidas, o incluso la eliminación de las hembras dentro de la propia montería, debiendo prevalecer el criterio de la necesaria reducción de la densidad frente a otras consideraciones.
En fincas abiertas la problemática de la correcta realización del descaste aumenta, ya que es muy frecuente encontrar fincas en las que durante algunas temporadas sufren una sobrecarga encontrándose otras en las que no ocurre lo mismo.
En mi opinión debe de ser una medida tomada desde la administración para que sea uniforme en toda el área en la que se producen estos desplazamientos.
Dicho esto, hay que ser responsable y ético a la hora de tirar a una hembra. Ahí lo dejo…
¡Salud y buena caza!