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Dos escenas previas al Tour de Bahamontes

La victoria del toledano en 1959 se gestó en una cacería con Coppi y tras una polémica por la jefatura de filas.

Bahamontes (i), en el Tour de 1959, junto a Coppi.

Escena primera: era un día de enero de 1959 y unos cuantos amigos almorzaban unas migas en una finca de caza próxima a Toledo. El anfitrión era Bahamontes, al que le acompañaban algunos amigos escogidos, más su padre y un hermano de este, padrino del ciclista. La reunión tenía como finalidad mostrar a Coppi, Geminiani y Graczyk, tres celebridades del ciclismo de la época, muy aficionados a la caza, la modalidad de liebre con galgo.

La cosa tuvo su origen unos meses antes. Los tres citados ofrecieron a Bahamontes acompañarles a una cacería por África. Los gastos se pagaban corriendo unas pruebas por la zona. Una manera de pasar unas buenas vacaciones de caza mayor explotando su celebridad. Bahamontes rehusó. De niño había pasado el tifus y el médico le tenía muy prevenido contra cualquier contacto con enfermedades raras. Pero les contraofertó con una cacería de galgos, desconocida por ellos.

Aceptaron y fueron a Toledo al regreso de África. Les entusiasmó. Y a la hora de las migas, Coppi se lanzó a hacerle una propuesta a Bahamontes, que venía bulléndole en la cabeza. Coppi, que ya estaba medio retirado, estaba creando un equipo, de nombre Tricofilina, una brillantina para el pelo. Quería a Bahamontes como jefe de filas. Le habló de una buena cantidad y de que podría llevar dos gregarios de su confianza.

Bahamontes, claro, sentía gran admiración por Coppi, que le sacaba nueve años y había sido el gran corredor de la generación anterior. Y le impactó cuando le dijo: "Tú vas a ganar el Tour si te lo propones. Olvídate de la montaña, llegará sola si estás delante. Pero tú tienes de sobra para ganar el Tour si corres con cabeza". A Bahamontes eso nunca se le había ocurrido. Desde su primer Tour, en 1954, solo se había preocupado por la montaña, a la que llegaba, después de la semana larga de etapas llanas, con casi una hora perdida por descuidos suyos y del equipo.

Escena segunda: el 21 de junio, en la sede de la entonces llamada Unión Velocipédica Española, en el Paseo de Camoens (Madrid). Ese día se ha corrido el Campeonato de España de Fondo en Ruta con salida y llegada en la misma puerta del organismo. Cien kilómetros contrarreloj, un recorrido por Las Rozas y Galapagar hasta El Escorial de Arriba, para regresar por Villalba, Torrelodones y El Plantío. Justo a su final se anunciaría la lista para el Tour.

Ganó Antonio Suárez, reciente vencedor de la Vuelta a España, en 2h 25m 44s. Bahamontes fue segundo, a 40s, y Galdeano completó el podio. Loroño, cuya rivalidad con Bahamontes fue legendaria, fue sexto, a cuatro minutos justos del toledano. Dalmacio Langarica era vasco como Loroño, pero había decidido apostar por Bahamontes. Primero dio la lista, en la que estaban sus gregarios más fieles (pocos le aguantaban), Herrero Berrendero, San Emeterio y Campillo, y de la que fue excluido Botella, valenciano, la otra figura de la época. Luis Puig, valenciano también, antecesor de Langarica en el cargo y gran partidario de Botella, le protestó, pero la cosa no pasó a mayores.

Loroño estaba en la lista, pero Langarica explicó que había dos jefes de filas: Bahamontes y Suárez. Que los demás tendrían libertad para intentar aventuras, pero que cuando hiciera falta proteger a uno de los líderes, ahí debían estar. Loroño protestó. Sus acérrimos llevaban años convenciéndole de que era mejor que Bahamontes y llegó a creerlo. Sostuvo que tenía categoría para estar liberado de cualquier tarea de gregario y dijo que en esas condiciones no iba. Después de una breve discusión, Langarica le dijo que siendo así mejor se quedaba fuera y le relevó por Carmelo Morales.

Loroño salió triste a la calle, donde estaban expectantes varios partidarios suyos, venidos de Vizcaya a seguir la carrera. Se creó un alboroto. Uno de ellos subió a pedir explicaciones a Langarica, al que topó en la escalera, ya bajando. Le increpó, le llamó "mal vasco". A Langarica eso le indignó y le pegó un puñetazo que le tiró escaleras abajo. Langarica era un tiarrón. Loroño fue sancionado por tres meses.

Bahamontes, siempre bien dirigido por Langarica, al que le rompieron los escaparates de su tienda de artículos deportivos en Bilbao, llegó a los Pirineos con solo seis minutos perdidos respecto al líder Pauwels, frente a la hora que solía perder años anteriores. Ya en la montaña, Suárez dio síntomas de agotamiento y se retiraría. Bahamontes, bien respaldado por sus compañeros, ganó aquel Tour, con el maillot de España en el que bajo el nombre del país aparecía la marca de Coppi: Tricofilina.

Francia presentó un equipo con Los Cuatro Grandes: Bonet, Geminiani, Anquetil y Rivière. Se dedicaron a hacerse la guerra entre sí. Eso dio aún más la razón a Langarica al dejar a Loroño y Botella en casa.