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PLANETA E-BIKE

La gran amenaza para el ciclismo de montaña (con e-bikes o sin ellas)

De un uso y disfrute respetuoso del medio natural dependerá en buena parte la supervivencia de esta actividad.

La gran amenaza para el ciclismo de montaña (con e-bikes o sin ellas)

Asumo de antemano que a algunos de vosotros mi planteamiento os parezca algo tremendista. Y es posible que tengáis razón. Pero como he vivido una situación similar con anterioridad, prefiero estar sobre aviso y no verme abocado a las lamentaciones cuando ya sea demasiado tarde. La gran amenaza para la supervivencia del ciclismo de montaña somos sus propios practicantes. Se trata de una actividad que se desarrolla en el medio natural, así que todos los excesos que cometamos hoy os puedo asegurar que nos pasarán factura mañana, quizá en un futuro menos lejano de lo que podamos imaginar.

Hace más de treinta años yo pasaba los fines de semana montando en moto de campo por lugares de la Comunidad de Madrid que hoy resultarían impensables. No había problema alguno y tampoco excesivo control (más bien nulo), éramos menos los que salíamos al monte a disfrutar, así que no nos molestábamos entre nosotros y tampoco al resto de la humanidad. El numero de aficionados a lo que entonces llamábamos todoterreno (después enduro) creció, era lógico porque lo hacía la masificación urbanística en zonas alejadas de la gran ciudad y también el desarrollo económico ayudó a popularizar este tipo de motos.

La percepción del uso del medio natural evolucionó con el paso del tiempo, lo previsible ante los riesgos a los que se veía sometido en todos los sentidos. Y las motos de campo fueron de las primeras damnificadas por su limitación: un colectivo sin apenas peso específico social o empresarial, tampoco nadie nos representaba con contundencia, algunos echaron gasolina al fuego con excesos injustificables (¡cuánto daños hicieron los quads!) y para los legisladores fue sencillo quitarse de encima un problema que en realidad sólo preocupaba a un grupillo en definitiva insignificante.

Ahora circular por aquellos lugares es una actividad clandestina, perseguida y castigada, incluso penalmente en circunstancias extremas. Desde luego que no pretendo comparar los efectos de una moto de enduro con los de una bicicleta de montaña, ni siquiera una con asistencia eléctrica. El ejemplo me sirve como herramienta para demostrar que los despropósitos se pagan, entre otras cosas porque casi nunca se realizan análisis serios de cada problemática, los políticos sólo buscan la solución más sencilla y efectista para sus compromisos urgentes.

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Es evidente la proliferación de bicicletas en el medio natural, todavía mayoritariamente musculares y cada día más pedelecs. Una masificación que se puede traducir en fricciones de convivencia con el resto de quienes también lo disfrutan, un reto en el que diría los ciclistas tenemos una responsabilidad ineludible. Me desilusiona y preocupa encontrarme, cada vez con mayor frecuencia, con bicis de todo tipo circulando a velocidades desmedidas por caminos y senderos, acosando a caminantes, sin ninguna sensibilidad ante ganado o caballos, ocupando el espacio como si fuera su patrimonio exclusivo…

En fin, seguro que sabéis a lo que me refiero y habréis tenido la oportunidad de presenciar actitudes de este estilo… u otras peores. La cuestión quizá os parezca intrascendente, pero en mi opinión no lo es en absoluto. Ya son muchas las voces que apuntan, y algunas lo materializan, a legislar con limitaciones el acceso y disfrute de la naturaleza por los ciclistas, quienes tenemos el privilegio de movernos por el Parque Nacional del Guadarrama, en Madrid, sabemos a lo que me refiero. Una tendencia que, incuestionablemente, se agravará si los amigos de las prohibiciones conquistan nuevos argumentos para utilizar como arma arrojadiza.

Sin duda que hay momentos para apretar un poco más (incluso carreras organizadas para quienes necesiten desfogarse de verdad), para disfrutar de los saltos del camino, para bajar como si no hubiera un mañana o derrapar a la entrada de una curva. Muchos, seguro. Así que también los deberíamos de encontrar para reducir el ritmo y no asustar a un paseante, detenerse si se aproxima un grupo de caballos o ceder el paso a una familia que disfruta de un domingo soleado.

En primer lugar porque merecen el máximo respeto y tienen tanto derecho como quien más a hacerlo; y en segundo (si eres tan corto de miras que no te sirve el primer argumento), porque entre todos ellos son mayoría, una mayoría capaz de imponer sus recriminaciones hasta asfixiar el deporte que tanto nos gusta.

Tuve que dejar de montar en moto de campo porque no quería sentirme un delincuente perseguido cada día que decidía salir a disfrutar de mi afición. La bicicleta de montaña se convirtió entonces en una magnífica alternativa, para mí quizá no tan excitante en principio aunque sin duda más saludable y sobre todo respetuosa con el medio ambiente y con los demás. Sólo espero que dentro de un tiempo no tenga que lamentar que la historia se haya repetido, ahora renunciando a mi pasión por las e-bikes…