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El partido de una generación

El recuerdo de la mágica noche del 12-1 a Malta no se apaga 36 años después. Fue en 1983 en Sevilla, campo del Betis, entonces aún Benito Villamarín.

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Rincón y Santillana (con el balón) celebran uno de los goles del 12-1 a Malta.

"La inconsciencia es la madre de la sabiduría". Con esas palabras me explicó Rincón por qué él sí creía, frente al escepticismo de los demás. Hablo de aquella noche de 1983 del 12-1 contra Malta, en Sevilla, campo del Betis, entonces aún Benito Villamarín. La mano venía dura. Se trataba de clasificarse para la Eurocopa de 1984, aquella de Francia en la que llegamos a la final y a Arconada se le escurrió un balón que no empaña su trayectoria.

Pero entonces eso estaba muy lejos. Recibíamos a Malta en el último partido de un grupo que completaban Holanda, Eire e Islandia. Solo una iría a Francia. Para ser nosotros, teníamos que ganar por 11 goles de diferencia. ¿Por qué 11? Por un chanchullo de Holanda con la UEFA. Como no se podía televisar desde Malta al continente, Holanda consiguió que la UEFA trasladara el Malta-Holanda a terreno neutral. El escenario elegido fue Aachen (la Aquisgrán de Carlomagno), en Alemania, muy cerca de la frontera holandesa. Con un buen campo y público favorable, ganó su salida 0-6. España, en cambio, jugó en La Valeta, en campo duro y pelado, donde a duras penas venció 2-3.

Ahora terminaba el grupo. El penúltimo partido había sido el 5-0 de Holanda sobre Malta. La selección oranje y España se habían ganado entre sí, ambas habían empatado un partido y ganado todos los demás. Ganando a Malta terminaríamos empatados a puntos y contaría la diferencia de goles, en la que Holanda tenía 22-6 y España, 12-7. Así que había que ganar por 11.

Dos días antes del partido entrevisté al portero de Malta, John Bonello, en el aeropuerto de Sevilla, recién desembarcado. Le pareció impertinente la pregunta: "¿11 goles? Ni a mí ni a nadie. Eso es imposible". Lo mismo pensaban los jugadores españoles. En el 30 aniversario les reunimos en As y explicaron la cuenta que se hacían: lo suyo es un gol cada tres ocasiones, así que marcar 11 requeriría hacer 33 ocasiones, una cada tres minutos. Imposible. Para colmo, esos días llovió fuerte en Sevilla. El barro dificultaría el juego de ataque. Solo una persona creía: Poli Rincón, un tipo tan optimista que, cuando el Madrid le descartó y se fue al Betis, anunció: "Seré Pichichi y llegaré a internacional". Cumplió ambas cosas.

España se concentró en el Hotel Oromana, en Alcalá de Guadaira y todos recuerdan la brasa de Poli Rincón las vísperas: "¿11? ¡No! ¡Les metemos 15!". Solo él pensaba eso. El Villamarín ni se llenó: dos tercios de entrada, y eso regalando mucho. Era una noche desapacible y había cierto aire de desencanto.

Faltó Arconada, meta titular, y eso dio la ocasión de que debutara Buyo. Miguel Muñoz sacó una alineación atacante: Buyo; Señor, Maceda, Goikoetxea, Camacho; Sarabia, Víctor, Gordillo; Carrasco, Santillana, y Rincón.

A los dos minutos Carrasco se cuela, le emparedan y el árbitro pita penalti. Para desesperación de todos, Señor lo falla. El primer gol queda aplazado hasta el minuto 15, cuando Santillana remata un buen centro de Maceda. 1-0, algo es algo. Pero en el 24, para una vez que se estiran los malteses, Demanuele tira, el balón pega en Maceda descolocando a Buyo, y anota el empate. Horror. La meta se va más lejos, ya no van a hacer falta 11, sino 12 goles. Pronto marca Santillana otros dos, en el 26 y el 29, pero se llega al descanso así: 3-1. Hat trick de Santillana, pero ¡qué lejos queda París! Once goles en un partido era mucho, nueve en una parte es un imposible.

En el descanso Rincón da gritos y más gritos. Su fe fanática hace pensar a todos que, al menos, hay que intentarlo. Salen conjurados. Rincón marca en el 50, repite en el 56, y cada vez recoge el balón y vuelve a toda prisa, sin abrazos ni festejos. ¡Vamos, vamos! Queda mucho, pero… Poco a poco todos se van arriba. Goikoetxea y Maceda son delanteros, junto a Santillana y Rincón. Carrasco por un lado, Gordillo por el otro, Víctor, Señor y Sarabia merodeando. Solo se queda Camacho atrás, que recoge los rebotes para reexpedirlos arriba, a una banda, de donde sale un centro a la olla. Aquello no es fútbol, aquello no es un equipo, es una jauría. Llegan tres goles como de una ametralladora, en los minutos 62, 63 y 64, dos de Maceda y un de Rincón. ¡8-1! Los malteses están asustados, la despejan a cualquier lado, y en el 76, 78 y 79 llega otra ráfaga de ametralladora: Santillana, Rincón y Sarabia. ¡11-1! Falta solo uno. Llegará en el 83, obra de Señor, cuyo disparo provoca un gallo inolvidable del siempre impecable José Ángel de la Casa. ¡12-1!

¡Sí, sí, sí, España va a París! Canta el Villamarín. Y Poli Rincón, el hombre de la fe, se lleva a casa el balón de la proeza. Lo merecía.