Qué hacer con Dembélé
Ahora, la pregunta es qué va a hacer Valverde de aquí en adelante. El extremo francés parece ingobernable y no se atisba solución fácil.
Ya lo saben. Dembélé volvió a llegar este domingo tarde al entrenamiento del Barça tras exhibirse en el derbi frente al Espanyol. Llegó dos horas después del comienzo de la sesión de recuperación, siendo reincidente, a lo que tanto el cuerpo técnico como los capitanes reaccionaron con más indiferencia que sorpresa. No es la primera vez ni parece que vaya a ser la última. Como dice el Gran Wyoming, “hasta aquí las noticias, ahora les contaremos la verdad”. Dembélé es un desastre y extrapola su juego anárquico a su forma de vivir. Nada más llegar evidenció claros desequilibrios alimenticios, dejó preocupado al club por su vicio con los videojuegos y ha ido protagonizando capítulos de indisciplina. Valverde, amigo de las cosas bien hechas, ha templado gaitas como ha podido sabedor de que es un jugador que necesita por su desequilibrio y que costó un riñón, aunque ya le ha dado varios avisos y le ha dejado fuera de algún partido y convocatoria. Sabe que su credibilidad como técnico dentro del vestuario depende de no ceder con las normas impuestas y de impartir justicia. Ahora, la pregunta es qué va a hacer de aquí en adelante. Dembélé parece ingobernable.
El manual básico de cualquier entrenador, ése que unos ejecutan y otros o no conocen o lo olvidan o, directamente pasan de él, es que un vestuario se gestiona a través del binomio formado por los refuerzos y castigos. Ése es el motor que hace funcionar al resto de un equipo desde la dirección deportiva. Reforzar algo a un futbolista que hace bien (ser puntual o presionar bien, por ejemplo), permite que la probabilidad de que repita esa conducta aumente. Está científicamente comprobado. Ahora, hay que saber hacerlo de forma continua si la conducta nueva que se vigila acaba de ser aprendida (que Arthur sea más vertical), pero de forma intermitente si ya está asimilada (que Messi encare). Si no, pierde efecto. El castigo, por su parte, ya sea por una acción disciplinaria o técnica, es eficaz cuando hace que la probabilidad de que aparezca una conducta no deseada disminuya. Eso sí, los castigos no son universales, depende de la historia y contexto de cada persona, deben delimitarse, llevarse a rajatabla, hay que explicárselos al infractor e, inmediatamente, reforzarle cuando haga la conducta deseada. Sólo así se garantiza el éxito de un cambio de comportamiento.
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