A Gino Bartali le llamaban ‘El Pío’ en Italia y le rebautizaron como ‘El Piadoso’ en Francia. Era profundamente católico. Rezaba de rodillas antes y después de las carreras, competía con media docena de medallas de la Virgen en el cuello, y dedicaba sus victorias a Santa Teresa de Lisieux, cuya imagen tenía grabada en el manillar. Circulaba el rumor de que una niña le había visto subiendo un puerto en su Toscana natal con un ángel empujándole. Y hasta hubo tifosi que le veneraban lanzando pétalos o besando las carreteras a su paso. Fue terciario carmelita, y con ese hábito fue enterrado a su muerte.
Por esa razón, la llegada del Tour a Lourdes en 1948 tuvo un significado especial para Bartali, que ganó aquella séptima etapa a Robic y Bobet. Por la tarde llevó el ramo de flores a la Gruta de Massabielle, allá donde cuentan que la Virgen se apareció hasta 18 veces a la joven Bernadette Soubirous, luego proclamada santa. Bartali dio las gracias aquel 7 de julio. Y al día siguiente, Monseñor Théas bendijo a todo el pelotón antes de partir.
Su triunfo final fue considerado un milagro, ya con 34 años, justo diez después de su victoria en 1938. Perdía 20 minutos con Louison Bobet y en Italia le llovían la críticas por “viejo”. El 14 de julio recibió una llamada del presidente, Alcide De Gasperi, líder de la Democracia Cristiana. Bartali era próximo al partido, aunque rehusaba militar: “Por respeto a una parte de mis aficionados”. De Gasperi le pidió que ganara aquel Tour para sofocar a un país que andaba al borde de la guerra civil, tras el atentado de Antonio Pallante, un activista de extrema derecha, contra Palmiro Togliatti, el líder comunista. Ginetaccio remontó en los Alpes, ganó el Tour y pacificó Italia.
A partir de entonces siempre visitaba Lourdes. Como prueba gráfica quedaron dos célebres fotos rezando y bebiendo agua bendita durante una jornada de descanso del Tour en 1950. Un día después venció en Saint Gaudens.