Lucien Laurent, el primer goleador de un Mundial
El francés, que marcó la diana inaugural en Uruguay 1930, fue luego prisionero en la guerra y un héroe desconocido.
En vísperas del Mundial de Italia 1990, unos periodistas italianos, en busca de reportajes con que ambientar los meses previos, se preguntaron quién habría marcado el primer gol del primer Mundial, 60 años antes, en Uruguay.
Fue Lucien Laurent, francés. El partido inaugural lo jugaron en Los Pocitos, entonces la cancha del Peñarol, Francia y México, el 13 de julio. El Centenario, construido exprofeso para el Mundial, no estuvo a punto para el día señalado por unas inoportunas lluvias que atrasaron los remates. Se estrenaría seis días más tarde.
Ganó Francia 4-1 y el primer gol llegó en el 19’, obra de Laurent, el interior izquierdo.
Para 1990 estaba olvidado. En realidad, lo estuvo siempre, porque aquel Mundial no se siguió como los de ahora. A Jules Rimet, francés, presidente de la FIFA y creador del torneo, le había costado Dios y ayuda conseguir que Francia participara, y más aún que llevara a sus mejores jugadores. Los clubes no lo veían bien, porque aprovechaban el verano para recaudar con amistosos. (España e Italia ni siquiera se inscribieron). Tampoco era fácil llevar a los que todavía eran amateurs, porque dependían del empleo en que estuvieran, y en el mejor de los casos tenían que gastar sus vacaciones en ello. Ese fue el caso de Laurent, amateur o amateur compensado, que jugaba en Sochaux, la ciudad de Peugeot, en cuyas fábricas trabajaba.
Francia ganó sólo ese primer partido, aunque con el mérito de que desde el minuto 26 jugó con 10, por lesión de su meta, Thépot, cuyo jersey se tuvo que poner el medio Chantrel. Luego perdió con Argentina y Chile. Este tercer partido no lo jugó Laurent, por lesión. Regresaron a Francia sin ruido, como habían salido de ella. De hecho, L’Auto, el gran periódico de Francia (antecesor de L’Équipe, nombre que toma tras la guerra mundial) ni siquiera envió un periodista con ellos. Contrató como informadores a dos miembros del equipo, el citado Chantrel y Pinel.
Laurent se perdió el Mundial siguiente, en Francia, en 1934, por una lesión. En total jugó 10 partidos como internacional. Se movió por varios equipos de nivel hasta que fue enrolado en la Guerra. Estuvo prisionero de los alemanes casi tres años, fue liberado y volvió a jugar después. Se retiró en el Besançon, ya con 38 años y luego empezó una carrera de entrenador, casi siempre en equipos modestos.
En Francia nadie sabía nada de él. Rastreando, los periodistas italianos dieron con que su último equipo había sido el Besançon, buscaron allí y le localizaron. Era un anciano feliz de 82 años (había nacido en diciembre de 1907) y aún jugaba al fútbol semanalmente, con un grupo de amigos y buen aire. En algunos círculos de Besançon era conocido por su infatigable afición al fútbol, pero apenas se sabía de él que había jugado en un tiempo remoto. Nada que le relacionara con el primer gol del Mundial.
De repente, le llegó una súbita fama. La organización del Mundial le invitó a una gran fiesta, en la que fue saludado y celebrado como un héroe por Pelé, Beckenbauer, Charlton, Platini… Para entonces, la televisión ya había mostrado imágenes de los felices partidos del octogenario con sus amigos de Besançon, entre los que era el mayor, y eso atrajo hacia su figura la mayor de las simpatías.
Un montón de veces tuvo que contar su gol, para tal o cual reportero o televisión: “El partido comenzó normal. Ambos equipos luchaban por el balón. De pronto, Delfour atacó por la derecha y pasó a Liberati, que centró. Yo corrí por el centro y conecté con el balón al caer, y entró por la esquina de la portería. Todos estábamos muy contentos, pero en ese tiempo no nos besábamos…”.
El fútbol le gratificó en sus últimos 15 años (murió a los 97), en los que disfrutó de su condición de héroe local en Besançon. Entrenó a niños de escuela, dio charlas, siguió jugando los domingos por la mañana. No se envaneció, a esa edad ya es imposible, pero vivió la sensación inesperada de la popularidad.
El campo de Los Pocitos desapareció, devorado por la ciudad. En 2002, un arquitecto uruguayo, Héctor Enrique Benech, se propuso localizar el sitio exacto para levantar allí un monumento a aquel primer gol. Superponiendo planos y fotografías dio con él, en Charrúa con Coronel Alegre. El concurso para el monumento lo ganó Eduardo di Mauro, con dos elementos situados a 50 metros. Uno se llama Cero a cero y pelota al medio, situado donde se hizo el saque inicial, origen de todos los Mundiales jugados hasta la fecha, y el otro Donde duermen las arañas, que representa la escuadra por donde entró el padre de todos los goles, el de Laurent.
El problema fue saber en cuál de las dos porterías había sido, porque no había ninguna referencia escrita de hacia qué lado atacaba cada equipo en cada tiempo. Se resolvió con una pista: hacia qué lado iba el viento. Revisando los pronósticos meteorológicos del día, se dedujo hacia qué lado atacó Francia en la primera parte.
El embajador francés asistió a la inauguración. Allí, una placa inmortaliza a nuestro héroe: “1921-1930, Field de Los Pocitos-Peñarol. 13 de julio de 1930. Lucien Laurent, primer gol Mundial FIFA. Francia 4 - México 1”.