Zidane, Marcelino y el arte de la lista negra
El entrenador del Valencia está obsesionado con renovar las plantillas. Esta jornada ante el Madrid es propicia para que Zidane le pregunte cómo se confecciona una lista negra.
Marcelino, como otros entrenadores que no levantaron grandes títulos ni Balones de Oro como jugadores, piensan a menudo que jamás entrenarán a uno de los tres equipos más punteros de nuestra Liga o de las vecinas. Hagan lo que hagan. Integran una corriente en la que se incluyen técnicos de mérito, como Garitano o Machín, que dan prioridad para esos puestos a gente que marcó de corto una época en la casa, a estrellas que ahora ejercen en el extranjero o, en su defecto, a técnicos con cartel que cuenten con buenas redes y contactos o que ya tengan varias Ligas y Champions en la mano. Creen que otros siempre sonarán antes que ellos porque sus perfiles no dan juego ni desempolvan viejas ilusiones. De ahí que a menudo, currantes como Mendilibar, ya ni se preocupen por desenfundarse el chándal y ceñirse en un traje para persuadir al personal con las apariencias. No es una estrategia de falsa modestia para ganar adeptos. Lo piensan con fundamento.
El asturiano lo recalcaba cuando llegó a Santander tras ascender al Recreativo y darle estabilidad. Lo seguía diciendo al ser preguntado por el futuro inmediato cuando metió al Racing en la UEFA y le hacía vibrar en unas semifinales de Copa. Continuó con esa mentalidad después de ascender a Primera al Zaragoza y al Villarreal, cuando ya había logrado llevar al Submarino a Europa y a dos semifinales ante Barça y Liverpool y, me da, que lo sigue pensando ahora. Es tozudo. Aunque el campeonísimo Sevilla ya confiara en él (su único tropiezo), pese a que esté haciendo volar al Valencia (un grande que lucha por volver a serlo) y olvidando que llegó a estar reunido hace nada con el mismísimo Inter de Milán. Para mí éste no es aún su techo.
Marcelino se refiere con su teoría, sobre todo, a la posibilidad de entrenar algún día a Madrid, Barça o Atlético. Conscientemente o no, veo más complejos que razones. No tiene motivos para pensar eso. Con Florentino, por ejemplo, Queiroz, Luxemburgo y López Caro se sentaron en el banquillo sin demasiados méritos acumulados con el balón y con escasa relación con la gente de la casa. En el Barça, el Tata Martino, sin conexión con la filosofía culé y sin glamour, contradice esta corriente. Y en el Atlético ha dirigido en este siglo hasta el ‘profe’ Gregorio Manzano. Marcelino sólo jugó 74 partidos en Primera en el Sporting y, está claro, no tiene los padrinos, la planta ni el pico de otros, pero posee un currículum para tener ya en muy en cuenta y, lo más importante, dos virtudes que se adaptarían a la perfección en uno de los tres equipos dominantes, tan acostumbrados a reinar y tan destinados cuando no lo hacen a desplomarse: es un especialista en edificar en plena crisis desde la zona cero y, lo relevante a esos niveles, está obsesionado con renovar las plantillas en busca de la perfección aunque se hayan conseguido éxitos.
En 2006, en su primer año en el Recre, Marcelino logró el ascenso a Primera y su plantilla tuvo después 12 bajas y 15 altas para ser octavo a la temporada siguiente en la que hizo volar a Cazorla y Uche. En el Zaragoza, después de ascender a Primera en 2009, hizo 15 contrataciones y vio cómo se fueron 15 jugadores. Algo que volvió a repetir con el Villarreal tras devolverlo a la élite (14 bajas y 10 altas). La eficaz limpia en el Valencia este verano ya la conocen de sobra. Con la que ha sido permisivo sabiamente Alemany y con la que no tragaron en 2008 cuando dio una lista con 14 cruces a la directiva que entonces le tanteó.
No le veo entrenando al Barça, pese a que el 4-3-3 ya es negociable y estos días tiene cabida su 4-4-2 sin que nadie se tire de los pelos. Unzúe y Eusebio son los primeros de la lista de futuribles. No descarto, sin embargo, que en uno de esos vaivenes del Madrid en busca de rumbo un día le llame. Aunque no es lo más probable. Él, ya lo han visto repasando su historial de renovaciones de plantilla, hubiera hecho las cosas de otra manera este verano. Pero donde realmente le veo en el futuro maridando a la perfección es en el Atlético. Están hechos el uno para el otro. Eso sí, cuando no esté el héroe Simeone, fecha que tristemente llegará; el año que el equipo encadene un tiempo sin tocar pelo, que podría suceder, y en el momento en el que el míster haya sacado todo el jugo del Valencia en tres o cuatro años y se necesite una época de barbecho. A mi juicio, Marcelino es un grande para un grande. Esta jornada ante el Madrid es una ocasión propicia para que el resto lo compruebe y, ya de paso, para que Zidane le pregunte cómo se confecciona una lista negra.
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