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1959: El primer clásico televisado

El Barça se estaba rezagando. Llevaba siete años sin ganar la Liga y ansiaba jugar la Copa de Europa, cuyas tres primeras ediciones había ganado el Madrid.

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Cámaras en el clásico de 1959.
Diario AS

El 15 de febrero de 1959 se enfrentaron el Madrid y el Barça en el Bernabéu, en partido de Liga. Se televisó. Se acababa de inaugurar el enlace de señal entre Madrid y Barcelona y en la capital catalana se agotó la existencia de televisores en las tiendas.

El Barça llevaba siete años sin ganar la Liga. Ansiaba jugar la Copa de Europa, cuyas tres primeras ediciones había ganado el Madrid, que también era campeón de la Liga anterior. El Barça se estaba rezagando.

La decisión fue fichar a Helenio Herrera, quizá el más grande entrenador que haya habido, o con seguridad el que mayor avance provocó en su oficio. Genial, trabajador, locuaz, persuasivo, provocador…

Fue mano de santo. El Barça por fin le plantó cara al Madrid. En la séptima jornada le ganó 4-0 en el Camp Nou y se puso líder. Ahora que devolvía la visita, en la jornada 22, seguía líder, aunque con un solo punto de ventaja. Un mes antes, Helenio Herrera pasó por Madrid, de vuelta de una victoria de los suyos en Granada: "Ganaremos al Sevilla, ganaremos en San Mamés, ganaremos al Español, ganaremos en el Bernabéu, seremos campeones". Aquello provocó revuelo. Efectivamente, ganó los tres partidos anteriores y ahora tocaba el Bernabéu, donde se conoció una expectación sin límites.

Unos meses antes se había inaugurado el repetidor de La Muela, que permitía por primera vez enviar la señal de televisión de Madrid a Barcelona y surgió de forma espontánea la imperiosa necesidad de que este partido se televisara a las dos ciudades en litigio. Hasta entonces, se habían televisado cuatro partidos en Madrid. Un Madrid-Racing experimental, la final de la segunda Copa de Europa, Madrid-Fiorentina, un derbi madrileño y un España-Portugal. Ninguno llegó a Barcelona.

Ahora se podría televisar el mejor partido posible. Incluso ABC editorializó sobre ello, exigiendo, con lenguaje cortés pero firme, al Ministerio de Información y Turismo que forzara a la Dirección General de Radio y Televisión a ofrecerlo. Se planteaba a un tiempo como un servicio colectivo y como un desafío tecnológico. Surgió la oferta de la Damm, la fábrica de cervezas de Barcelona, que puso sobre la mesa 500.000 pesetas para hacer frente a los gastos.

Mientras, Helenio Herrera agitaba las vísperas. El jueves, antes de partir para Madrid en coche-cama, habló de "partido del siglo" y "choque de trenes", aseguró que el Barça iba a rematar la Liga y, en su línea de guerra sicológica, hizo votos para que se televisara, para que así el árbitro, García Fernández, se viera "obligado a la rectitud, dado que lo podían ver hasta doscientos millones de personas fuera". También montó revuelo al ocultar el hotel al que iban a ir. No quería que nadie molestase a sus jugadores con petición de entradas. La prensa dijo que el Barça se alojaría en el Hotel X.

Por fin, el viernes, con el Barça ya en Madrid (en el Hotel Nueva Montaña, de El Plantío, el misterio duró poco) y el Madrid concentrado a las órdenes de Carniglia en El Escorial, se anunció que el partido se televisaría. El ministerio, en una nota llena de dignidad, rechazó que la transmisión corriera a cargo de "una cervecera, como se ha rumoreado", sino que la Dirección General de Radio y Televisión asumiría los gastos tecnológicos, y además pagaría 150.000 pesetas al Real Madrid, por posible daño en taquilla (inexistente en la práctica, en Madrid había tiros por las entradas, se pagaban hasta a siete veces su valor) y una compensación al Español, que recibía al Atlético. Se le dio un tercio del ingreso que tuvo en taquilla dos años antes ante el Atlético. No el del año anterior, porque había sido Día del Club, cosa que ahora no pasaba.

En Barcelona volaron los seis mil televisores en stock en las tiendas. Se vendieron hasta los de los escaparates. Eso duplicó el parque de aparatos en la ciudad.

Una agencia de publicidad llegó a un acuerdo con muchos bares: el bar pagaba la mitad del aparato, la agencia la otra mitad a cambio de colocar un cartel con un anuncio sobre el televisor. Una cafetería de Molins de Rey instaló ochocientas sillas para ver el partido, previo pago de entrada. Familias pudientes imprimieron tarjetones de invitación para amigos y familiares, en las que invita a casa a "tomar el té y a presenciar el encuentro de fútbol Barcelona-Real Madrid, televisado desde el Estadio Bernabéu". Tener dinero para un televisor en ese tiempo no era fácil. En 10 años se extendería, pero entonces era un producto para clases privilegiadas. El Barça anuncia que abre su sede deportiva de Bruch 166 para los aficionados que, habiendo sacado entrada para el Bernabéu, no hubieran podido desplazarse.

Hay más: en Valencia, el director de Radio Nacional, un audaz tecnológico, organiza una excursión de cuatro autocares y numerosos vehículos particulares hasta el monte Garbi, con la idea de montar allí una antena, recibir la señal y ver el partido. Toda la prensa de esos dos días está cargada de referencias y ocurrencias relativas al fenómeno de la transmisión del partido del siglo, y de agradecimientos al ministro, Gabriel Arias Salgado, por la iniciativa.

Se jugó a las 16:15. El Madrid salió con Domínguez; Marquitos, Santamaría, Miche; Santisteban, Zárraga; Herrera, Kopa, Di Stéfano, Puskas y Gento. Domínguez, Santamaría, Kopa, Di Stéfano y Puskas eran foráneos. Los críticos del Madrid, particularmente en el norte, lo llamaban La legión Extranjera.

Helenio Herrera sale con: Ramallets; Olivella, Rodri, Gracia; Segarra, Gensana; Tejada, Kubala, Evaristo, Luis Suárez y Coll. Ocho catalanes. Sólo los de la tripleta central de ataque (húngaro, brasileño y gallego) no lo eran.

Luego, el partido no dio tanto de sí. Ganó el Madrid, con un gol de Herrera en el minuto 78. No decidió la Liga. Helenio Herrera, a la larga, se culpó a sí mismo por haber sacado a Kubala. Por aquel tiempo, solía sacarle en casa, pero no fuera, porque le veía lento y sin sacrificio. Eso provocaba sangrientas polémicas. Esa vez le llevó al Bernabéu y se arrepintió.

Pero, igual, el Barça ganó esa Liga, con cuatro puntos de ventaja sobre el Madrid. Y la Copa, tras eliminar a los blancos en semifinales. Por su parte, el Madrid ganó su cuarta Copa de Europa consecutiva.

No se llamaba aún el Clásico, pero se vivía la primera edad de oro de nuestros dos grandes, con Di Stéfano y Kubala en los papeles de Cristiano y Messi.