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MR. PENTLAND

Mou, Pep y las dos Españas

Los que defendían a Mourinho dirán que pasaba por las mazmorras de Old Trafford rezando un rosario. Y los que son de Guardiola dirán que dirigía una clase de canto gregoriano.

Mou, Pep y las dos Españas
Laurence GriffithsGetty Images

No sé lo que pasó en el túnel de vestuarios en el derbi de Manchester. Lo siento, pero no podré contribuir a arrojar algo más de luz al único capítulo que quedará para la posteridad del último United-City. Mientras algunos compañeros han dado pelos y señales de lo que ocurrió en la caseta tras el 1-2 que pone la Premier patas arriba, mis fuentes no dan por ahora para tanto, ya que no van mucho más allá de las que residen por nuestra Meseta. He leído una docena de versiones y todas son tan precisas que podría llegar a creerme cada una de ellas. Sin embargo, no me he detenido en la mayoría. Ya observando algunas firmas está más que claro el enfoque. Los que defendían a Mourinho a toda costa cuando metía dedos en el ojo dirán que pasaba por las mazmorras de Old Trafford rezando un rosario. Y los que son de Guardiola, haga lo que haga, dirán que no alentó esos gritos provocadores, sino que dirigía una clase de canto gregoriano. Por eso, prefiero centrarme en lo que sucedió con luz y taquígrafos, a los ojos de todos, sin filtros ni monsergas, en las declaraciones pre y postpartido y, sobre todo, durante los 90 minutos.

Con este material, cada uno podremos construir nuestra versión sin que nadie intente condicionarnos al dibujar escenas tan repetidas como que uno regala versos y como que el otro es el mismísimo diablo. Ambos tienen sus luces y sus sombras y nuestro espíritu crítico, un tesoro infravalorado, debería enumerarlas sin atender al pasado de Madrid y Barça, el manido duelo de las dos Españas; olvidando los prejuicios y enrollando las bufandas.

A mi juicio, Guardiola insiste en un error que le lastra. No concede entrevistas personales si no son con patrocinadores de su gusto porque los periodistas no le agradan, pero cuando le conviene, como esta vez ante un partido retransmitido en medio mundo, todos formamos un gremio estupendo para difundir sus respetables mensajes extradeportivos. Sin embargo, sigue fidelizando al respetable con una idea de juego patentada que exporta donde va. Ha mejorado su plan en defensa, ha olvidado su innegociable suicidio al sacarla jugada, ha perfeccionado a De Bruyne, ha encontrado a su Messi (cómo está Silva) y sigue sin temblarle el pulso al inculcar el toque (70% el otro día) y al tomar decisiones (esta vez sentó a Agüero). Líder en otra liga más, con el balón de por medio no hay quien le tosa.

Mourinho, por su parte, no sorprendió a nadie en la previa al tachar de blandos a los jugadores rivales y al extramotivar a sus jugadores con varios mensajes estudiados. Cuando desde De Gea a Ibra todos van a una con él, algunas virtudes tendrá que no se recuerdan o se intentan esconder. Mou, fiel a sí mismo, aludió una vez más al colegiado para explicar una derrota clave en casa. Y logró de nuevo que no se hable de la brecha que ya hay en el campeonato y sí de la bronca entre bastidores. El portugués, estratégicamente, sigue siendo "el puto amo" en la sala de prensa, pese a que leyendas del United (Cantona), exentrenadores (Van Gaal) y aficionados (le gritaron al equipo "Attack, attack") le piden mucho más con la pizarra. El juego y el rendimiento de varias de sus estrellas (no logra mejorar a un sobrevalorado Pogba) no refuerzan sus teorías y, lo más preocupante, tiene a un genio como Ander Herrera más pendiente de la protesta que de marcar la diferencia.

Ahora, que cada uno se quede con el estilo que prefiera. Todos son válidos. Con ambos se puede ganar y con los dos es posible disfrutar. Pero antes de aceptar opiniones mascadas e insistir con la matraca de las dos Españas se aconseja pensar y analizar por uno mismo y partir como costumbre del subjetivo punto medio. No se vive nada mal en la Meseta.