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Susurros del Campo

La caza y el relevo generacional, cuidemos nuestros campos

Contemplar los ojos de un niño cuando se encuentra frente a su primera salida al campo de la mano de su padre, madre, tío, abuelo… no tiene precio.

La caza y el relevo generacional, cuidemos nuestros campos
C. Casilda

Contemplar los ojos de un niño cuando se encuentra frente a su primera salida al campo de la mano de su padre, madre, tío, abuelo... no tiene precio, es algo que, a día de hoy, no consigo poder explicar.

El brillo de sus ojos delata que lleva tiempo esperando ese día lo que tanto llevaba pidiendo. Pero todo a su debido tiempo: las prisas en el campo no son buenas consejeras.

Aún recuerdo mi primera salida cinegética, pero nada tiene que ver con los sentimientos que despiertan en mí... Los ojos de mi pequeño cuando le dijimos que, al día siguiente, tenía que madrugar mucho. Sus preguntas sin orden, titubeantes, nerviosas, sabiendo la respuesta, pero todo por asegurarse que no era una broma, que no sería para dejarle en casa de sus abuelos mientras yo me dirigía a donde él quería ir.

Sus movimientos por momentos se volvían torpes, incapaces de sujetar los nervios que le comían por dentro. Sus abrazos y besos solo se veían interrumpidos por sus idas y venidas para preparar sus atuendos y demás aperos que tantas ganas tenía de estrenar. Colocó su escopeta paralela de juguete junto a la mía.

Cuando por fin tenía todo preparado, me dejó con la miel en los labios, esperando que se sentara a mi lado para que le explicara una y mil veces lo que haríamos durante la jornada de caza; pero no, se sentó en la cama de su querido amigo de juegos, a contarle qué por fin, al día siguiente, le acompañaría al campo a cazar.

Esa imagen de cómo compartía ese momento tan mágico para él con su perro, terminó por derretirme. Me senté a su lado, a escucharle cómo le explicaba que ya era morralero, y no sé cómo fue, pero llegó a tal punto de relajación que se durmieron los dos.

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C.Casilda

La sonrisa que ahora mismo -escribiendo estas líneas, se refleja en mi cara- es la que nunca pierdo cada vez que ese momento, magia pura, regresa a mi memoria.

Desde hace un lustro, pertenezco a una asociación, sin ánimo de lucro, en la que trabajamos por el relevo generacional de la caza: Juvenex.

La importancia que tiene transmitir a los más pequeños y jóvenes una correcta educación medioambiental, basada en el amor y respeto a la naturaleza, es nuestra razón de ser.

Inculcamos que hay una cascada de opciones para disfrutar del campo: coger setas o espárragos, una ruta de senderismo, observar animales... Que salgan de las ciudades y descubran todo los que nos regala nuestro campo.

Es una forma de hacer que jóvenes y niños, aprendan a querer y respetar el medio ambiente y disfruten, disfruten mucho de él.

Dentro de ese amor por el medio ambiente y la conservación, por supuesto, está la caza, con todo lo que esta maravillosa forma de vida, conlleva: aprender a escuchar el campo, conocer cada hábitat, cada especie, de lo que se alimentan, sus ciclos, la flora y un extenso etcétera.

No podemos dejar de enseñar todos estos valores a nuestros relevos; nada puede robarnos poder disfrutar de esos ojos y, mucho menos, podemos renunciar a compartir nuestra forma de vida con nuestros seres queridos.

Por eso, desde aquí, me gustaría que cada uno de nosotros luchemos para que nuestros niños puedan disfrutar de esta pasión el día de mañana.

Pero la única forma de poder darles este regalo es cuidando y conservando nuestros campos, y sobre todo aprender del mimo y cariño con el que estos pequeños cuidan nuestro entorno en cada salida a la naturaleza.