Un #Tour2018 innovador sin perder ingredientes clásicos
El trazado no se amolda a ningún favorito y, sin embargo, cualquiera de ellos podría conquistar este Tour. Esa es la riqueza del recorrido de 2018.
Me gusta el Tour 2018. Porque es innovador a la vez que respeta sus ingredientes clásicos. Y por su variedad: pavés, muros, metas en alto, llegadas en bajada, media montaña, un tramo de tierra, crono por equipos… Si acaso, le hubiera puesto alguna contrarreloj intermedia. Entre las novedades resalta esa etapa de montaña de 65 kilómetros. No me parece tan mal, siempre que luego haya otras galopadas (y las hay) más largas con grandes puertos. Tenemos, por ejemplo, 175 kilómetros con la Madeleine, la Croix de Fer y el Alpe d’Huez, y 200 km con el Aspin, el Tourmalet y el Aubisque. Puertos de toda la vida, adobados en esta edición con nuevos finales en subida: el Portet y la Rosiére. El Tour hace suyas algunas ideas de la Vuelta a España, las que han funcionado, pero sin perder su esencia. El público lo agradecerá.