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Anquetil suma Vuelta y Tour

El ciclista francés fue el primero en conquistar las tres grandes. En 1963 Jacques Anquetil se hizo con la ronda española.

Anquetil fue el primer ciclista que ganó Giro, Tour y Vuelta.

Anquetil fue el primero en ganar las tres grandes rondas. Y en ganar Vuelta y Tour en un mismo año. Ocurrió en 1963, en su segundo intento. En el primero le salió el enemigo en su propio equipo: Altig. Aquellas dos participaciones consecutivas de Anquetil estuvieron cargadas de sucesos.

Para la primera, la de 1962, se hizo un recorrido muy de su gusto, con un perfil suave y una tremenda contrarreloj, Bayona-San Sebastián, de 82 kilómetros, la antepenúltima jornada. Anquetil era un gran corredor, muy completo: rodaba bien, aguantaba en la alta montaña y sobre todo arrasaba contrarreloj. Aceptó venir y la organización lo tomó con júbilo. En 1961 había ganado su segundo Tour, en 1960 ganó el Giro. Quería ser el primero que reuniera las tres. El propio intento enaltecía a la Vuelta, que así se veía colocada en el rango del Tour y el Giro.

Llegó con un equipo tremendo (el Saint Raphaël, con el cuco Raphaël Geminiani de director) dispuesto a arrasar. Stablinski, ganador de la Vuelta de 1958, era su gregario de confianza. Venían tremendos rodadores, un gran esprínter, Graczyk, para disputar bonificaciones a posibles rivales, y una figura emergente, el alemán Rudy Altig, vigente campeón del mundo de fondo.

Ya el segundo día, Barcelona-Tortosa, pegaron el estacazo. En la bajada del puerto de Ordal se pusieron en cabeza y mantuvieron durante 140 kilómetros tal ritmo que sólo los mejores españoles (Pérez Francés, Gabica, Pacheco, Manzaneque…) pudieron aguantar. El gran paquete llegó a 15 minutos. Todos y cada uno de los 10 primeros en la clasificación final saldrían de entre los 13 que llegaron en cabeza aquel día.

Luego fue lo que Geminiani llamó su táctica del colmatage, una especie de ciclismo defensivo y a la contra. Tenía gente marcando a los rivales, Pérez Francés o los del Kas, cuyas escapadas neutralizaban. Si la escapada llegaba, el saint raphaël de turno ganaba al sprint y se quedaba la bonificación, entonces de un minuto. El equipo ganaría así 12 de las 17 etapas. Dalmacio Langarica, jefe del Kas, comentó desolado: “Son el Real Madrid del ciclismo”.

Pero a Anquetil le salió un grano en su propio equipo: Altig. A base de meterse en escapadas de control, se instaló arriba y se gustó. Corrió para sí mismo, para sorpresa y enfado de Anquetil. Incluso hubo un día en que, no viéndose en la escapada, y sí Anquetil con otros compañeros, contrató alianzas espurias con belgas para cerrar el hueco.

La esperanza de Anquetil (y de la organización) era la gran contrarreloj del penúltimo día, a la que llegaba a algo más de cuatro minutos de Altig. Pero, para sorpresa de todos, el propio Altig, que se había hecho secretamente con un piñón de 13, le ganó la etapa a Anquetil por un segundo. Anquetil, constipado y molesto con la lluvia, no estuvo a su altura. Desilusionado, aún corrió la del día siguiente, pero no la última. No quiso ver a Altig coronarse a sus expensas en Bilbao. De madrugada, secretamente, se montó en un coche y se marchó. Fue un chasco para todos. Eso sí: ese año ganaría su tercer Tour.

Por suerte, repitió al año siguiente, aunque no pensaba hacerlo en principio. La organización había preparado el recorrido para Van Looy, la estrella belga del momento, gran esprínter. Pero se lesionó. El fijo planeado para él se le ofreció, jugosamente aumentado, a Anquetil, que vio el recorrido (el más corto de la historia, y sólo cuatro puertos de primera) y se apuntó. Podré ganar sin mucho desgaste, pensó.

Esta vez vino sin Altig, pero con un equipo igualmente lujoso. Stablinski era ahora el campeón del mundo. Un maillot arcoíris de mayordomo del gran Jacques, para entonces ya ganador de tres Tours y un Giro. Y de nuevo en busca del inédito triplete.

Y esta vez, sí. Y de pitón a rabo. Cogió el maillot el primer día, en Asturias, en una contrarreloj de 52 kilómetros, y no lo dejó más.

Pero no fue una vuelta aburrida. Pérez Francés planteó batalla, llegó a acercarse peligrosamente a Anquetil tras su victoria en Pamplona, agitó el debate acusando a los demás españoles de correr cobardemente y mal. Como en la Vuelta anterior, de la que fue segundo, le encendía que el Kas sólo buscara la victoria por equipos, en lugar de pelear contra Anquetil por la general para lo que tenía hombres. También se quejaba en ocasiones de la debilidad o falta de arrojo de sus propios compañeros del Ferrys. Le irritaba en general la inocencia táctica de los españoles, pasto fácil para los franceses o belgas, que corrían con ciencia.

Por desgracia, entre Zaragoza y Lleida Pérez Francés sufrió varios pinchazos que le rezagaron. Y Manzaneque, que se había quedado a ayudarle, se cayó. El remate para él fue que, tras ganar en la meta de Barcelona (su ciudad de adopción) le descalificaron porque un compañero le había proyectado con la mano, al estilo de la pista. Fue un clamor. Cosas así se les permitían a los extranjeros, o eso se pensaba aquí. Pérez Francés, indignado, se retiró el día siguiente, a falta de cuatro etapas.

Anquetil pedaleó ya tranquilo hacia Madrid. Durante días, sobre todo a partir de la retirada de Pérez Francés, se habló del Milagro Colmenarejo, como en Estados Unidos se había hablado en su día de una Gran Esperanza Blanca que derribara a Jack Johnson, pero Anquetil no se sintió amenazado por él. Colmenarejo fue segundo y Pacheco, tercero. Al menos dos españoles escoltaron al gran Jacques en el podio.

Todo acabó en Madrid el 15 de mayo, día de San Isidro. Anquetil tenía lo que quería: el primer triplete de la historia. Y la organización también, porque veía el nombre de la Vuelta junto al del Tour y el Giro gracias al empeño de Anquetil. La Casa de Campo se inundó de aficionados felices, mezclados con la romería del día del patrón.

Ese mismo 1963, Anquetil ganaría su cuarto Tour, con Bahamontes de segundo y Pérez Francés de tercero. Así que muchos años antes que Froome, reunió Vuelta y Tour en un mismo año. Desde entonces no se había vuelto a hacer.