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Atropellos, caídas, condenas y pedaladas en la oscuridad

Este lunes era una fecha idónea para escribir de las primeras carreras de la temporada, del arranque del World Tour en Australia, de los triunfos de Simon Gerrans y del hermanísimo Dayer Quintana en el Down Under y en San Luis, del estreno victorioso en 2016 de Richie Porte en su montaña de Willunga, de la proyección de los sprinters de 21 años Caleb Ewan y Fernando Gaviria, del buen arranque de los españoles Rafa Valls y Rubén Fernández, del debut de Abraham Olano como seleccionador de Gabón en La Tropicale Amissa Bongo, o incluso del 175 cumpleaños de Orbea, esa fábrica que convirtió las armas en bicicletas. Era una buena fecha para escribir de todo eso, sí. Pero lamentablemente tengo que escribir de otras cosas: de caídas, de atropellos, de fallecimientos y de confesos de dopaje.

Las caídas forman parte de este deporte desde su primera pedalada. No hay ciclistas sin caídas ni carreras sin accidentes. Que Tyler Farrar cruzara el jueves la meta en el Down Under con la bicicleta y las zapatillas de un espectador no pasa de una anécdota, a pesar de sus magulladuras. La montonera gorda vino al día siguiente en Argentina, cuando Adriano Malori se desequilibró al pisar una grieta y provocó una montonera que hizo rodar por los suelos a todo su equipo Movistar y a otros ciclistas como Gaviria (un brazo fracturado). Malori fue urgentemente evacuado a un hospital, donde se le indujo el coma. Forza, Adriano.

Hay pocas soluciones para eludir las caídas en el ciclismo, si bien es cierto que se deben extremar aquellas medidas de seguridad que dependen de la organización y de los reglamentos. Más evitables son los atropellos como el sufrido el sábado por seis corredores del Giant en carreteras alicantinas. Un accidente es un accidente: siempre puede ocurrir. Alguna vez he contado por aquí que padecí un atropello cuando era adolescente que me metió el miedo en el cuerpo, pero nunca olvidaré la cara de terror de aquel conductor de autobús. La imprudencia fue mía. Ciclistas y conductores estamos obligados a convivir, en un escenario donde el pedalista siempre es el débil, tenga algún grado de culpa o no. Las campañas de información han avanzado mucho, pero siempre serán insuficientes. Estoy seguro de que aún hay gente que no sabe que no puede invadir el carril contrario cuando vienen ciclistas de frente aunque sea por el arcén. Ni tampoco que sí se puede invadir, aunque haya línea continua, para dejar los reglamentarios 1,5 metros en los adelantamientos a bicicletas. Un reciente estudio de la Universidad Politécnica de Valencia concluyó que el 36% de los conductores no respetan esa distancia de seguridad. Mientras que detrás del volante no veamos las bicicletas con el mismo respeto y con la misma precaución (o incluso más) que actuamos con el resto de vehículos, algo se sigue haciendo mal.

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La cadena de desgracias de la semana había comenzado con la muerte de Robert Sassone, campeón mundial de americana en 2001. El francés, enfermo de cáncer, se ha quitado la vida a los 37 años en su natal Nueva Caledonia. Se convierte así en la tercera víctima joven de aquella oscura época que narró su compañero David Millar en ‘Pedaleando en la oscuridad’. Sassone había sido condenado con seis meses de cárcel en el caso Cofidis, una operación que desmontó una red de dopaje en torno al equipo crediticio. “Casi todos los ciclistas se dopan”, dijo durante el juicio. Uno de los cabecillas era el igualmente condenado Philippe Gaumont, fallecido de un infarto en 2013, a los 40 años. Fue Gaumont quien introdujo también al talentoso Frank Vandenbroucke en el dopaje. VDB no se vio implicado en este caso, pero sí en otros escándalos, como aquella vez que alegó que el arsenal de sustancias requisadas en su casa eran de su perro. Vandenbroucke murió en 2009, a los 34 años, de una embolia pulmonar durante una noche de fiesta en Senegal.

Vandenbroucke dejaba atrás adicciones, depresiones, intentos de suicidio… Igual que Gaumont. Durante el juicio del caso Cofidis, un médico reveló que muchos corredores estaban enganchados al somnífero Stilnox y a la Viagra. Otro perito confirmó estos datos como una generalidad en el ciclismo de la época y concluyó que “los deportistas de alto nivel tienen mayor predisposición a las adicciones”. El veterano Luca Paolini, aún en activo, nos ha recordado recientemente la veracidad y la gravedad del asunto, cuando confesó que consumió cocaína para combatir su dependencia de los somníferos. Son los mismos años de las confesiones de Jesús Manzano en AS, de la dictadura del inhabilitado Lance Armstrong, de las muertes de Marco Pantani y Chava Jiménez, de las más de 200 bolsas de sangre de la Operación Puerto… De tanto en tanto, para que no olvidemos, las pedaladas nos devuelven a la oscuridad.