La familia del ciclismo no está para muchas fiestas
En estos días festivos tan familiares, hay una familia que está para pocas fiestas: la familia del ciclismo, que anda en trámites de divorcio.
Estas festividades también son días de balance y resumen. Tengo delante de mí las audiencias de la información de ciclismo en la página web de AS durante el año 2015. Me van a permitir que no las haga públicas, porque son un dato de control interno. Pero sí voy a comentar algunas conclusiones. Hay tres meses que sobresalen abrumadoramente por encima de los demás: julio, mayo y septiembre, por este orden. El cuarto mes es agosto, que sumado a diciembre daría una cifra casi idéntica a julio. El mismo resultado, por cierto, que saldría de la adición de los ocho meses restantes. Obviamente, esos cuatro meses destacados corresponden a las celebraciones de las tres grandes rondas por etapas: Giro de Italia, Tour de Francia y Vuelta a España.
Parece razonable que ésta sea también la tendencia en el resto de medios españoles (como puede deducirse de los despliegues informativos en esas fechas) y seguramente en los europeos, aunque aquí quizá podamos encontrar la excepción de algún país como Bélgica, donde la primavera de las clásicas se vive incluso con más pasión que las grandes.
Extraigo estos datos porque nunca he entendido mucho el afán de la UCI (de la actual y de la anterior) de globalizar y ampliar el calendario. Es bueno que el ciclismo crezca, es bueno que el ciclismo se expanda… Pero siempre sin perder la referencia de lo que ha hecho grande a este deporte: las grandes vueltas, las grandes clásicas y otras carreras europeas con solera.
La reforma que ha anunciado la UCI de la mano de los equipos y que ha provocado la salida de las competiciones de ASO nace con una contradicción intrínseca. Uno de los objetivos es que los grandes líderes se enfrenten con más frecuencia en las carreras, pero al mismo tiempo se propone la ampliación del calendario de 120 días a 180. Esta apertura serviría, suponemos, para incorporar más carreras en el calendario fuera del influjo europeo: Norteamérica, Oriente Medio, China o Japón… A la imagen de otros circuitos ya existentes como la Fórmula 1, el tenis o el golf.
Hay una idea que no está recogida en esta primera reforma, pero que se ha debatido y que asoma en el horizonte de un futuro cercano. Se trata de recortar los días de competición de las grandes rondas y en especial se ha hablado de la Vuelta a España. A mí, con los datos en la mano, me resulta un contrasentido eliminar jornadas en esas carreras que funcionan, que dan audiencias y que tienen un bagaje histórico, para incorporar otras sin ninguna tradición y de dudoso seguimiento.
No es la primera vez que ASO se opone a este sistema cerrado llamado World Tour (antes ProTour). Y tampoco es la primera vez que los equipos buscan fortalecerse para lograr una mayor porción de la tarta. Estos movimientos de los grupos deportivos son casi tan antiguos como el ciclismo mismo. Recuerdo ahora, a bote pronto, cómo el Teka de Santiago Revuelta renunció a tomar la salida en la Vuelta a España de 1981, que partía de su propia casa de Santander, porque Enrique Franco no aceptaba sus pretensiones. Tampoco hace falta irse tan lejos, porque Oleg Tinkov anunció hace unos días que retirará su patrocinio al final de 2016 porque nadie le ha secundado en su intención de cambiar “el método”.
Los equipos siempre han sido la parte débil de este deporte (ciclistas al margen), porque han dependido (y dependen) de seducir a un gran patrocinador. Cuando el patrón echa el cierre, el equipo desaparece. Así ha sido siempre. Es cierto que una licencia por tres años daría más seguridad a las escuadras y a sus mecenas, pero tampoco sería una solución definitiva. Hemos visto casos en el actual World Tour. La única fórmula que verdaderamente daría fortaleza a los equipos sería participar de los derechos de televisión. Y esos derechos, como es sabido, pertenecen a los organizadores. Ahí tenemos otra clave de este divorcio, de por qué ASO no quiere ceder un ápice de terreno… Vaya a ser que un día le hayas dado alpiste al pájaro, y al siguiente haya salido volando con la jaula.