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Las profundas contradicciones de Marta Domínguez

En varias ocasiones en las que no he escrito específicamente de ciclismo, algún lector me ha recriminado tan irreverente comportamiento en un blog llamado Pedaladas. Si usted es uno de ellos, y para que no se lleve una nueva decepción, le aconsejo que no siga hoy leyendo este post, a la par que le pido disculpas. Es cierto que este blog es prioritariamente de ciclismo, pero sobre todo es un blog de deporte… Muchas veces, las disciplinas deportivas no son tan diferentes entre sí y hasta están interrelacionadas. No sólo conviven en los Juegos Olímpicos o en las oficinas del CSD, sino también en sus gestas y en sus miserias. Como podrán comprobar si se animan a continuar con la lectura.

En esta entrada voy a escribir de Marta Domínguez. O sea, sobre dopaje. ¿Nos va sonando? Y lo quiero hacer sobre dos vertientes que me han chirriado mucho durante todo el proceso que ha terminado con la suspensión de la atleta por tres años y la anulación de su oro mundial de 2009 y su plata europea de 2010, entre otros resultados.

La primera vertiente es la política. Y otra vez pido disculpas, porque la política no genera tampoco una gran admiración en este blog. En los recientes tiempos en los que aún no existían las fuerzas emergentes de Podemos y Ciudadanos, el bipartidismo disputaba un choque que se puede resumir en una frase: ‘Estás conmigo o contra mí’. Los matices nunca han gustado, vaya a ser que a la gente le dé por tener ideas propias. O haya que repartir la tarta entre más convidados.

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En ese partido, pongamos de tenis, Marta Domínguez ha sido utilizada como una pelota, que se arrojaba de un lado al otro de la pista. En diciembre de 2010, la atleta fue detenida por presunto tráfico de sustancias dopantes en la Operación Galgo. Con luz y taquígrafos. Eran tiempos en los que Alfredo Pérez Rubalcaba, exatleta él y amigo del secretario de Estado Jaime Lissavetzky, estaba al frente del Ministerio de Interior.

El PP lo entendió como una agresión a sus intereses y aplicó la estrategia de “a ver quién mea más largo”. Ya con la Operación Galgo archivada, debido a una desastrosa instrucción, decidió presentar a Marta Domínguez al Senado por Palencia. Sin cuentas judiciales pendientes, a nadie del Partido Popular le importaron los indicios de dopaje que rodeaban a la atleta, tanto en la sobreseída documentación de la Galgo como en la conexión que encontraron los investigadores con la Operación Puerto. Porque una cosa es no tener responsabilidades penales, no ser un traficante, y otra muy distinta es doparse como deportista, que sólo acarrea sanciones administrativas. Son dos esferas diferentes.

Y como nadie quiso ver esos indicios, el expediente de la IAAF a Marta Domínguez por valores anómalos en su pasaporte biológico estalló en plena legislatura. La pelota estaba otra vez en juego, como se encargaba de recordar con insistencia el socialista Manuel Pezzi, que se dedicaba a restregar a la senadora por el rostro de los políticos populares y de los gestores del CSD, para desesperación de la diputada y campeona olímpica Miriam Blasco, acostumbrada a otro tono en los debates. Miriam no está en las listas de las próximas elecciones, por cierto.

 

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Mientras tanto, Marta Domínguez navegaba en sus profundas contradicciones y participaba en el Senado en la aprobación de una Ley Antidopaje que incluía el uso del pasaporte biológico, a la par que su abogado, José Rodríguez, basaba su estrategia de defensa en cuestionar esta herramienta como un método fiable. Un despropósito.

La tozudez política no terminó ahí, porque los problemas de Marta con el pasaporte biológico no supusieron ninguna traba para volver a ser incluida en las listas electorales del PP: en concreto en el número 19 de la relación de Madrid al Congreso. La atleta fue finalmente borrada de la candidatura en las últimas horas de plazo, justo cuando ya sonaba el runrún de una resolución inculpatoria. El veredicto del TAS se conoció el pasado jueves, el mismo día que Mariano Rajoy presentaba a sus lugartenientes en El Retiro. Por los pelos, Marta no salió en la foto. Aun así, al ministro Íñigo Méndez de Vigo le pareció “una noticia triste”, aunque algunos sigamos pensando que cazar al tramposo es más motivo de celebración que de amargura. Al CSD lo voy a excluir del entramado, sobre todo porque puede exhibir con firmeza aquel duro comunicado que emitió en marzo de 2014 para reprobar la absolución de Marta por parte de la RFEA, en el que se nota indisimuladamente la mano de la ex directora general: Ana Muñoz Merino.

La segunda vertiente la trataré con más brevedad, porque ya la he expuesto en este blog anteriormente, y apunta al apoyo incondicional a Marta Domínguez del presidente del Comité Olímpico Español (COE). Aquí encontramos otra mayúscula contradicción, porque Alejandro Blanco cuestionó públicamente en varias ocasiones el pasaporte biológico, cuando es un método antidopaje totalmente bendecido por el COI (al que el COE representa en España) y por las propias leyes estatales. Y también porque cuando defiendes a un presunto tramposo, estás perjudicando a los que sí compiten limpios. Blanco siempre ha dicho que el COE es la casa de los deportistas: queremos entender que más de los honestos que de los sucios.

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Para demostrar esa falta de fiabilidad del pasaporte, la defensa de la atleta utilizó un informe del oncólogo Cristóbal Belda, que trabajó tanto para Marta Domínguez como para el ciclista Roman Kreuziger. Los deportistas tienen derecho a defenderse como cualquier otro ciudadano, y los médicos pueden aportar sus conocimientos científicos para los fines lícitos que deseen. Faltaría más. La paradoja (una más) es que mientras Belda cobra por colaborar con expedientados por dopaje, por otro lado también está recibiendo una suculenta subvención del COI, apoyado por el COE, para investigar un nuevo método de detección basado en el comportamiento de las células. A eso se le llama “estar al plato y a las tajadas”.

El post me ha salido largo, lo reconozco, y ha tratado muy poco sobre ciclismo, es obvio… Pero no me negarán que los hechos aquí narrados nos transportan a otras conocidas historias sobre ruedas.