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Los dos oros de Mora y la memoria de Llorens

El campeón europeo y mundial de 20 kilómetros marcha, Miguel Ángel López, nos visitó hace unos días en la redacción de AS. Uno de los secretos que nos contó es que es un estudioso de la historia del atletismo. No solo conoce los detalles de su especialidad, sino también del resto de disciplinas. "Tengo un enorme respeto por lo que hicieron nuestros antecesores, nosotros estamos donde estamos gracias a ellos", nos dijo el murciano, quien sin embargo se siente una rara avis porque no es una costumbre muy extendida en el deporte echar la mirada al retrovisor con veneración.

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En la última semana hemos presenciado los Campeonatos de Europa de ciclismo en pista, que han tenido a un gran protagonista español: Sebastián Mora, doble campeón continental en scratch y madison (en esta modalidad junto al campeón del mundo Albert Torres). Estos dos oros y el prometedor bronce de Irene Usabiaga en eliminación han compuesto la cosecha de la Selección. Mora, de 27 años, es un castellonense de Villarreal.

Castellón no es históricamente una provincia prolífica en grandes ciclistas, al menos en número, aunque haberlos, los hay. Y de enorme calidad. Los dos más famosos son Eduardo Castelló (Vall de Uxó), ganador de una etapa en la Vuelta en 1968 y campeón nacional en 1971, y el repeinado velocista Vicente Iturat (Alcalá de Chivert), vencedor de cuatro etapas en la Vuelta entre 1955 y 1961. Algo más lejos, en el primer cuarto del Siglo XX, aparece Juan Bautista Llorens, que fue siete veces campeón de España (cinco en velocidad, una en tras moto y otra en fondo en carretera) en los años 20.

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Los éxitos de Sebastián Mora me han refrescado que Llorens también era natural de Villarreal. Hace un siglo se convirtió en el primer corredor español en competir en tierras americanas. Hizo un buen dinero para la época, lució coches de vanguardia y hasta cruzó la frontera para hacerle una oferta al escritor exiliado Vicente Blasco Ibáñez por un Studabaker. Ya retirado, este pionero del ciclismo luchó como capitán de Transportes por la legitimidad de la II República y falleció de una neumonía durante la heroica defensa de Madrid en la Guerra Civil. Hoy tiene dedicados un polideportivo y una calle en su localidad, de la que es Hijo Predilecto, y, según me recordó el siempre bien informado Luis Román, hay una prueba de la Copa de España júnior con su nombre.

Me gusta recordar a nuestros mayores, batallitas al margen. En el ciclismo, el Giro de Italia y el Tour de Francia lo hacen con frecuencia durante sus recorridos, pisados durante muchos años por mitos y leyendas. Incluso tienen instituidos premios en su memoria. En la Vuelta a España hay menos hábito y sería bueno que se prodigara más, aunque bien es cierto que en la última edición hemos visto a Bernardo Ruiz y Julio Jiménez cortar la cinta, y el año anterior se dedicó un homenaje al Chava Jiménez. En 2004, la penúltima vez que la ronda visitó Castellón, también se recordó precisamente a Iturat, Castelló y Llorens.

Aunque la calidad de una competición no depende de estos tributos, el deporte tiene la obligación de honrarse a sí mismo. Y sin memoria no somos nada, porque entonces habríamos olvidado lo que somos.