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El Mundial de la contradicción

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Los Mundiales de Richmond arrancaron el domingo con una medalla española: el bronce del Movistar en la contrarreloj por equipos. Una especialidad que se incorporó en 2012 para satisfacer una vieja demanda: la presencia de las escuadras comerciales en el programa de los Campeonatos.

Hay una idea añeja, que de cuando en cuando resurge, que fomenta la organización del Mundial de fondo por equipos privados y no por selecciones nacionales. Nunca ha arraigado, aunque hay algo de lógica en esta reivindicación, porque al final ese maillot arcoíris va a lucir durante toda la temporada en un equipo concreto, que paga un patrón concreto.

La historia está llena de ejemplos. Voy a citar los tres primeros que me han venido a la cabeza:

-MUNDIAL DE FLORENCIA 2013. Purito Rodríguez va en cabeza. Rui Costa arranca por detrás, le atrapa y le gana. Alejandro Valverde, compañero en el Movistar del portugués, no sale al marcaje. Unas semanas después, el murciano colgó un tuit y una foto con la celebración del maillot arcoíris junto a Rui Costa. Aunque ahora corren en formaciones diferentes, ambos son buenos amigos. Las relaciones con Purito no parecen tan buenas, como pudo comprobarse en la reciente Vuelta a España.

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-MUNDIAL DE LISBOA 2001. Giorgio Squinzi, patrón del Mapei, ofreció una prima a los corredores de su equipo si ganaban el oro, independientemente del país que defendieran. En el tramo final se dio un curioso movimiento en la selección italiana: Paolo Lanfranchi neutralizó un ataque de su compañero Gilberto Simoni. El oro fue para Óscar Freire y la plata para Paolo Bettini, dos ciclistas del Mapei. Y Squinzi, tan contento.

-MUNDIAL DE SAN CRISTÓBAL 1977. El ejemplo de Squinzi tiene también su antítesis. Durante la elaboración de las columnas históricas de ‘La Ruta de la Vuelta’ me encontré con el ejemplo contrario. En el Mundial celebrado en Venezuela en 1977, Didi Thurau se frenó para esperar a Francesco Moser cuando éste sufrió una avería en el tramo final y luego tampoco puso mucho empeño en el sprint. Con el tiempo se supo que Staf Janssens, dueño de la empresa belga de helados IJsboerke, le pidió al alemán que no ganara, porque era su fichaje estrella para el año siguiente y no quería tapar su publicidad con el arcoíris.

También se han vivido casos en los Juegos Olímpicos, la otra gran competición que se disputa por selecciones. En Sydney 2000, dos alemanes y un kazajo se escaparon para repartirse el botín de las medallas: Jan Ullrich (oro), Alexandre Vinokourov (plata) y Andreas Klöden (bronce). Tenían una cosa en común: los tres militaban en el Telekom.

Hay historias para todos los gustos… Inevitables. Pero la realidad dicta que el Mundial de fondo en carretera es lo que es gracias a su idiosincrasia, a su hecho diferenciador. Por sus gestas y por sus miserias. Durante toda la temporada se celebran clásicas de alto nivel, pero el Mundial es especial precisamente porque se disputa por selecciones y porque cambia de sede cada año. En torno a esta prueba reina, además, se celebran otras categorías, que logran un foco que normalmente no tendrían gracias a que los profesionales asoman en el horizonte. En esta convivencia están también las casas comerciales, en una contrarreloj por equipos de apertura. Ese debe ser su sitio.