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La #Klasikaos de San Sebastián

Hace unos días escribía sobre ese vacío que deja el final del Tour de Francia, sobre esa extraña sensación que nos inunda el día después. La Clásica de San Sebastián ayuda a llenar ese hueco, a abreviar el camino hacia la Vuelta a España. Y exactamente con esas ganas de ciclismo nos pusimos el sábado frente al televisor. La experiencia no pudo ser más decepcionante.

Un problema con el avión repetidor impidió presenciar por televisión los kilómetros decisivos de la carrera. Cuando por fin llegó alguna imagen, Adam Yates iba fugado con una ventaja suficiente para ganar. El británico hizo los últimos metros intentando comunicarse por el pinganillo con su director y cruzó la meta sin ninguna muestra de alegría ante el estupor de un público que le animaba sin tregua. "¿Yo? ¿He ganado yo?", preguntaba con sorpresa. Muchas veces habíamos visto a segundos clasificados celebrar despistados la victoria, pero este caso era mucho más atípico.

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Pronto pudimos conocer la razón de tan raro comportamiento. El gemelo Yates creía que por delante iba un escapado: Greg Van Avermaet. Pero el belga no había llegado a la meta porque había sido absurdamente derribado por la moto de un juez que le arrolló por detrás, en el enésimo error de organización y de seguridad en lo que llevamos de temporada. El apagón televisivo había impedido presenciar el caótico desenlace, desvelado luego por la propia víctima en las redes sociales.

  

Tras la Clásica recordé la sucesión de bolardos, apagones y motos en las redes sociales. Alguien me contestó: "No es casualidad". Y seguramente no lo sea. La crisis económica, que ha matado a tantas competiciones y ha herido gravemente a otras, y la política del recorte han convertido en precariedad lo que antes era excelencia. No sólo en el deporte. En Catalunya, en el País Vasco y en el resto del Estado hay organizadores con tradición y de verificada solvencia, que nadie lo dude; aunque no lo estemos demostrando este año, esa es la verdad. Y hay que ponerse las pilas, porque las imágenes, con apagones o sin ellos, tienen proyección internacional. La Clásica de San Sebastián, que tanto anhelábamos, comenzó con el hashtag #klasikoa y, según me apuntaron con sorna por Twitter, acabó como #klasikaos. Gran ocurrencia y mejor descripción.