Contador se disloca
El hombro que Alberto Contador se dislocó el pasado jueves se ha hecho más famoso en los últimos días que su propia rodilla… O incluso que la oreja de Van Gogh o las reliquias de Santiago. En conversaciones ciclistas y en redes sociales se ha montado cierta polémica en torno a la gravedad o no de la lesión; a la exageración o no de los daños por parte del propio ciclista... En esta ocasión, sinceramente, no veo por ningún sitio el motivo.
Vamos a los datos objetivos. Todos vimos caerse a Contador en la sexta etapa, en la llegada de Castiglione della Pescaia. Todos vimos a Contador subir cariacontecido al podio, donde no pudo ni enfundarse la maglia rosa. Todos vimos la preocupación en las caras de Oleg Tinkov o Jacinto Vidarte. Un par de horas después llamé a José Andrés Ezquerro, el enviado especial de AS al Giro. “¿Cómo lo ves, José?”, le pregunté. “Están preocupados. La etapa de mañana es muy larga y a ver cómo aguanta el dolor”, me respondió.
A la mañana siguiente, nueva llamada a Ezquerro tras la salida de la etapa. Respuesta: “Contador está bien”. ¿Qué había cambiado entonces? Simplemente, que el sobresalto inicial había pasado. Es comprensible que Contador y su entorno se asustaran ante el dolor. Había mucho trabajo detrás, muchas ilusiones, y el reto Giro-Tour que se podían ir al traste. Pero una vez diagnosticada la luxación, todos los médicos coincidieron en sus valoraciones. Los del Giro lo dijeron con claridad: “Le va a doler un par de días y luego estará perfecto”. Igual que se manifestó el doctor José González, habitual columnista de AS: “Es una lesión muy dolorosa los primeros días, pero una lesión leve”.
La preocupación se ha ido disipando con los días y con los kilómetros. Contador no ha sacado ninguna ventaja de su caída. Y en ningún momento le hemos escuchado utilizarla como excusa. Supongo que tanta polémica proviene de la lesión de rodilla del año pasado, cuando tomó la salida en la Vuelta a España apenas seis semanas después de haber sido diagnosticado de aplastamiento de meseta tibial. Las versiones sobre su recuperación entraron en diversas contradicciones, que generaron desconfianza en sus rivales y en los aficionados. Evidentemente, la lesión no había sido tan grave cuando acabó ganando una carrera de enorme nivel. Eso es también un dato objetivo. Aunque tampoco le restaría gratuitamente mérito a la voluntad que puso para recuperarse y para estar en la ronda española.
De aquellos polvos vienen ahora estos lodos, pero no veo que sean dos casos comparables. Más que esa polémica, lo que me empuja a una mayor reflexión es que otra vez ha habido un fallo grave de seguridad en una carrera ciclista. Porque no olvidemos que el accidente se originó por la imprudencia de un aficionado que tiró con el teleobjetivo de su cámara a Daniele Colli. La escalofriante imagen de su brazo fracturado rodó por las redes de forma viral. Los organizadores no lo pueden controlar todo, y menos un incidente como este, pero los casos se están sucediendo con demasiada frecuencia en los últimos tiempos.
Personalmente, me alegro que la lesión de Contador haya quedado en nada. Y me alegro por el bien del espectáculo, del ciclismo, del deporte en general, y del deporte español en particular… Y, siendo egoísta, me alegro también profesionalmente, porque en un periódico deportivo siempre es mejor narrar gestas que desgracias.