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Alejandro Valverde es el emperador de Roma

Alejandro Valverde lleva seis victorias en 13 días de competición, lo que se traduce en casi un 50% de efectividad (un 46,15%). Esta puntería le convierte en el pichichi de la temporada 2014 con los mismos triunfos que Andre Greipel, pero con más tino que el velocista alemán (19 días). Los números orientan bastante sobre el poderoso arranque del murciano en la presente campaña. Valverde tendrá que refrendar aún estas cifras en el WorldTour y en las grandes fechas del calendario, pero de momento irradia unas sensaciones que auguran una provechosa primavera y, a más larga perspectiva, un buen año.

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Su victoria en la Roma Máxima, este domingo, le sirve también para solucionar una carencia pendiente en su palmarés, porque desde que pasó a profesionales en 2002, nunca había ganado una carrera en Italia. Y ya son 79 las que figuran en su historial (las cinco de 2010, que aún recogen algunas fuentes, fueron anuladas por el TAS). Una explicación es que Valverde se ha prodigado poco por las carreteras italianas, y a ello colaboró durante un tiempo el castigo que le impuso el CONI (con sede muy cerca de donde logró ayer el triunfo) después de cotejar el ADN de la muestra de la bolsa 18 (anotada con el nombre de ‘ValvPiti’) de la Operación Puerto con un análisis que se le hizo durante el Tour de Francia 2008 a su paso por Prato Nevoso. A causa de aquel escándalo, que se saldó con dos años de sanción, Valverde se distanció del país transalpino, pero se ha ido reconciliando poco a poco hasta coronarse emperador en Roma.

Valverde ya se acercó a la victoria en Italia la pasada temporada cuando terminó segundo en el Giro de Lombardía o en aquella caótica actuación en el Mundial de Florencia, donde su bronce y la plata de Purito Rodríguez se digirieron como una derrota por el error táctico que cometió el murciano en el tramo final. También el sábado, el capitán del Movistar estuvo en la lucha por el triunfo en la Strade Bianche, una carrera que en solo ocho ediciones se ha convertido ya en un referente del calendario por la espectacularidad de sus tramos de tierra. Valverde logró el primer podio español (tercero), pero en el ataque clave no pudo o no supo seguir la estela de Michael Kwiatkowski (vaya temporadón lleva este polaco) y Peter Sagan.

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Alejandro Valverde es un ciclista excepcional, con un enorme talento, con fuerza, fondo y punta de velocidad. Un campeón por naturaleza. Su palmarés es un reflejo de su casta, pero a muchos siempre nos quedará la duda de que hubiera podido ganar incluso más (no digo que haya ganado poco, ojo). Tres son las razones, a mi entender, que lo han impedido. Una: los dos años en blanco por sanción. Dos: su dudoso sentido táctico, que le ha hecho perder más de una oportunidad de victoria en grandes carreras. Y tres: la eterna discusión en torno al murciano sobre si se tenía que haber dedicado más a las clásicas que a su tozudo asalto al Tour de Francia (ya es tarde para saberlo).

El murciano de Las Lumbreras cumplirá 34 años el 25 de abril. Como decía el director Miguel Moreno, “los ciclistas son como velas, que se van consumiendo hasta que un día se apagan”. Valverde es más cirio que vela, pero a su edad es difícil saber cuánto le queda por delante. Es cierto que quizá no haya sabido orientar bien su carrera hacia las competiciones que mejor le van, pero tampoco me parece censurable que lo vuelva a intentar en el Tour, porque él y su equipo saben que ante la pujanza de otros ciclistas, ya no le restan muchas más oportunidades. Sus retadores del sábado, Kwiatkowski (23 años) y Sagan (24), o su compañero Nairo Quintana (24) son ejemplos del tsunami que ya devasta los podios. En la madurez y en la experiencia, Alejandro es el emperador de 2014. Y hace bien en apurar hasta la última gota de cera que aún desprenda la vela.

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