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Llaudet cerró el baloncesto del Barça

Actualizado a


La plantilla del Barcelona en la 1962-63, en su regreso después de la desaparición de la sección
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Hasta que apareció en el Madrid Raimundo Saporta, el baloncesto del club no había sido una gran cosa. El Barça acumulaba más títulos de la entonces llamada Copa del Generalísimo, que se resolvía en una fase final de campeones regionales. A Saporta le conoció Bernabéu cuando se lo recomendaron para organizar un torneo de baloncesto durante los actos del cincuentenario del club. Le fascinó su eficacia y le incorporó, y su mano se notó para bien en muchas cosas, pero sobre todo en baloncesto. Impulsó la creación de una Liga Nacional, antecedente de la ACB, cuya primera edición, en la 56-57, ya ganó el Madrid. Saporta, que a su vez era vicepresidente de la federación y fue el delegado del equipo nacional en los Juegos Mediterráneos de 1955 disputados en Barcelona, le dio el primer pisotón al Barça al fichar a Joaquín Hernández, el gran fenómeno español de la época, hoy quizá demasiado olvidado. Era la estrella de la selección, jugaba para el Espanyol de Barcelona y lo pretendía el Barça.


También a impulso de Saporta se creó la Copa de Europa, a imagen de la de fútbol, y, claro, en la primera edición, la 57-58, el representante español fue el Madrid. Y también para la segunda, porque repitió triunfo en la Liga.

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El Barça reaccionó. Miró Sans, presidente, escuchó al delegado de secciones, Enrique Llaudet, un hombre joven y emprendedor que le convenció para dar la batalla al Madrid en ese frente. Y el Barça hizo un gran equipo. Repescó del Madrid a los hermanos Alfonso y José Luis Martínez, catalanes ambos, reclutados por Saporta un año después que a Joaquín Hernández. También contrató a Joan Canals, del Joventut, a Jordi Bonareu, del Mataró, y a Nino Buscató, llamado a las mayores glorias, del Pineda (hoy es comentarista de la SER). En realidad, casi todos los grandes jugadores españoles de la época eran catalanes. El Barça hizo doblete, Liga y Copa, en la 58-59, y para la 59-60 contrató a dos puertorriqueños, Ruaño e Hiram Ruiz. Quería la Copa de Europa. Pero cayó en octavos, ante el campeón polaco. Ese curso y el siguiente resultaron malos, pese a la fuerte inversión. 


En junio de 1961, Enrique Llaudet accede a la presidencia, tras unas elecciones en las que gana apretadamente (122 a 98, sólo votaban los socios compromisarios) al joyero Jaume Fuset (Llaudet era empresario textil, en línea con la tradición de los presidentes del Barça). Se encuentra el club en una situación económica casi de bancarrota, y eso que la Gestora de transición entre la salida de Miró Sans y las elecciones había vendido (de acuerdo con ambos candidatos) a Luis Suárez al Inter por 25 millones. Pero el Barça arrastra el costo de la construcción del Camp Nou, y tiene el viejo campo, Les Corts, parado, sin más uso que el que le da el equipo de baloncesto, que venía jugando en un espacio habilitado debajo de un graderío.

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Y Llaudet toma una decisión drástica, entre otras: cierra la sección de baloncesto, que aunque seguía figurando como amateur se estaba profesionalizando de forma perceptible. La nota del club para justificar la decisión es inequívoca:


“En el Barcelona sólo queremos deportistas que quieran defender sus colores por el mismo honor que ello representa, que estén dispuestos a pagarse el tranvía de sus desplazamientos, las zapatillas y el equipo. Bajo estas condiciones nosotros no les cerramos la puerta”.


La noticia cae como una bomba. Se acusa a Llaudet de haber utilizado el baloncesto para auparse, hacerle la cama a Miró Sans y luego, tirarlo. Los grandes jugadores que había reunido se dispersan. Buscató y los hermanos Martínez pasarán al Aismalíbar, Bonareu se retira… Sólo sigue Joan Canals, del que Buscató y Bonareu hablan con admiración todavía hoy por aquel gesto. Internacional (24 partidos llevaba), prefiere quedarse en el Barça sin cobrar nada (se entiende que pagándose hasta el tranvía y la ropa) y jugar con muchachos de verdad amateurs, entre los que se encuentra Valbuena, que luego despuntará. No alcanzó la internacionalidad número 25, que procuraba una distinción muy deseada en la época, por esa inmersión en el mundo amateur.


Paralelamente, Saporta le encarga la sección a Pedro Ferrándiz, un joven e impetuoso entrenador de la cantera, que provocará un despegue formidable. De mirada grande, renovó el equipo, dio bajas polémicas, ascendió a varios del filial Hesperia, que él misno había entrenado, y cruzó el Atlántico parafichar a Hightower, un globetrotter.

Llaudet rectificó al año. El Barça fue readmitido en Primera, pero dos años más tarde bajó a Segunda. Allí entró de entrenador Eduard Portela, el ahora Presidente de Honor de la ACB, que le volvió a subir. Poco a poco el Barça fue a más. Pero el mal estaba hecho. Aquellos primeros años sesenta fueron los de la irrupción de la televisión. El Real Madrid de baloncesto ocupó la pantalla, con sus partidos de Copa de Europa, que familiarizaron al conjunto de la población con ese nuevo deporte. Baloncesto y Real Madrid llegaron a ser sinónimos. Con frecuencia, el rival era de más allá del Telón de Acero, lo que le daba un morbo especial al asunto. El club hasta creó para la televisión un Torneo de Navidad, un cuadrangular de prestigio que cubría los ocios de los hombres en Nochebuena y Navidad, mientras las madres se afanaban en las cocinas.


En los sesenta, el Madrid ganó cuatro veces la Copa de Europa y llegó a otras tres finales. Y ganó nueve Ligas y seis Copas del Generalísimo. El Barcelona no ganó nada. España identificó baloncesto y Real Madrid, y con eso Saporta consiguió de Televisión Española, mezclando los paquetes de baloncesto y fútbol, un contrato de televisión muy ventajoso.


Llaudet tuvo un mandato de luces y sombras. Consiguió la recalificación y venta de Les Corts por 226 millones de pesetas, resolviendo el gran problema que había heredado. Creó el Gamper, homenaje al fundador. También cometió algún desliz, como el fichaje de Silva, para forzar la reapertura del mercado de jugadores extranjeros, con aquella declaración: “Siempre quise tener un chófer negro”. Y no consiguió hacer un Barça realmente fuerte en fútbol en siete años de mandato.


En conjunto no fue un mal presidente, pero aquella decisión le provocó al Barça un retraso de decenios en el segundo frente, el del baloncesto. No supo ver la oportunidad que la naciente televisión ofrecía a este deporte. Saporta, sí.