Hasta que apareció en el Madrid Raimundo Saporta, el baloncesto del club no había sido una gran cosa. El Barça acumulaba más títulos de la entonces llamada Copa del Generalísimo, que se resolvía en una fase final de campeones regionales. A Saporta le conoció Bernabéu cuando se lo recomendaron para organizar un torneo de baloncesto durante los actos del cincuentenario del club. Le fascinó su eficacia y le incorporó, y su mano se notó para bien en muchas cosas, pero sobre todo en baloncesto. Impulsó la creación de una Liga Nacional, antecedente de la ACB, cuya primera edición, en la 56-57, ya ganó el Madrid. Saporta, que a su vez era vicepresidente de la federación y fue el delegado del equipo nacional en los Juegos Mediterráneos de 1955 disputados en Barcelona, le dio el primer pisotón al Barça al fichar a Joaquín Hernández, el gran fenómeno español de la época, hoy quizá demasiado olvidado. Era la estrella de la selección, jugaba para el Espanyol de Barcelona y lo pretendía el Barça.
El Barça reaccionó. Miró Sans, presidente, escuchó al delegado de secciones, Enrique Llaudet, un hombre joven y emprendedor que le convenció para dar la batalla al Madrid en ese frente. Y el Barça hizo un gran equipo. Repescó del Madrid a los hermanos Alfonso y José Luis Martínez, catalanes ambos, reclutados por Saporta un año después que a Joaquín Hernández. También contrató a Joan Canals, del Joventut, a Jordi Bonareu, del Mataró, y a Nino Buscató, llamado a las mayores glorias, del Pineda (hoy es comentarista de la SER). En realidad, casi todos los grandes jugadores españoles de la época eran catalanes. El Barça hizo doblete, Liga y Copa, en la 58-59, y para la 59-60 contrató a dos puertorriqueños, Ruaño e Hiram Ruiz. Quería la Copa de Europa. Pero cayó en octavos, ante el campeón polaco. Ese curso y el siguiente resultaron malos, pese a la fuerte inversión.
Llaudet rectificó al año. El Barça fue readmitido en Primera, pero dos años más tarde bajó a Segunda. Allí entró de entrenador Eduard Portela, el ahora Presidente de Honor de la ACB, que le volvió a subir. Poco a poco el Barça fue a más. Pero el mal estaba hecho. Aquellos primeros años sesenta fueron los de la irrupción de la televisión. El Real Madrid de baloncesto ocupó la pantalla, con sus partidos de Copa de Europa, que familiarizaron al conjunto de la población con ese nuevo deporte. Baloncesto y Real Madrid llegaron a ser sinónimos. Con frecuencia, el rival era de más allá del Telón de Acero, lo que le daba un morbo especial al asunto. El club hasta creó para la televisión un Torneo de Navidad, un cuadrangular de prestigio que cubría los ocios de los hombres en Nochebuena y Navidad, mientras las madres se afanaban en las cocinas.