NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El fútbol gana al baloncesto: 249-168

Actualizado a

En la temporada 1972, el Madrid había ganado los campeonatos de Liga de fútbol y baloncesto. No era nada extraordinario, en realidad. El Madrid solía ganar por esos años dos de cada tres en fútbol y casi todas en baloncesto. Pero esta vez Bernabéu quiso subrayar la coincidencia montando un evento particular, idea de Saporta: un encuentro a doble partido entre ambas secciones del club: jugarían al fútbol primero y al baloncesto después, en busca del campeón de campeones.

En baloncesto, claro, hay muchos más puntos que goles en fútbol. ¿Cómo establecer una norma para cruzar los dos resultados? Después de manejar varias ideas, se decidió multiplicar por 10 el resultado de fútbol. Es decir: si los futbolistas ganaran, un suponer, 12-2, se añadiría un cero a la derecha a ambos números: 120-20 sería, pues. Luego, en baloncesto se puntuaría como es propio en ese deporte. La equivalencia perjudicaba posiblemente al baloncesto, porque la relación entre marcadores en baloncesto y fútbol no era 10 a uno, sino menor. Pero todo el mundo lo vio bien, por la sencillez, y por la fe que tenían los baloncestistas en arrasar en la canasta. Su plan era encerrarse en el partido de fútbol, minimizar en lo posible la goleada, y luego cebarse en baloncesto. Estaban acostumbrados: por aquel tiempo, Saporta daba una prima de 50 pesetas por punto a cada jugador cada vez que se pasaba de los 100, como una forma de estimular los marcadores altos y crear entusiasmo.

Los futbolistas también querían ganar. Aunque la relación entre los dos colectivos era buena, y frecuentemente veían unos los partidos de los otros cuando les era posible, entre los futbolistas de la plantilla siempre existió la idea de que los baloncestistas estaban sobrepagados. Que a ellos les veían 100.000 personas, a los de baloncesto 4.000 y que la diferencia de sueldos no reflejaba eso. ‘Los niños bonitos de Saporta’, decían entre ellos. Y tenían su razón, pero solo en parte. Gracias a tener un baloncesto de alto nivel, que nunca fallaba a la Copa de Europa y que organizaba todas las navidades un torneo internacional por televisión, Saporta hizo un paquete por el que le sacó, fútbol y baloncesto mezclados, 50 millones a TVE. Los demás clubes de fútbol no cobraban de televisión. Se les consideraba bien pagados con la oportunidad de mejorar gracias a las transmisiones sus ingresos de publicidad estática. Para poner esos 50 millones en su contexto, digamos que el Madrid fichó dos años después a Netzer por 36.

Ampliar

Pero, decía, los futbolistas pensaban que parte del dinero que les correspondía a ellos se iba al baloncesto. Así que se conjuraron para ganar ese doble duelo.

El primer partido fue el de fútbol, en la Ciudad Deportiva, que acogió más de 5.000 espectadores de pago, con una taquilla de 285.000 pesetas que se destinaría íntegra al Hospital Infantil de San Rafael. Partido muy formal, correctamente uniformados ambos equipos: de blanco, el fútbol, que jugaba en casa. De azul los de baloncesto, con Luyk de portero. La foto de Luyk y Amancio, capitanes, fue la más reproducida el día siguiente en la prensa nacional. Arbitraba Martínez Banegas, árbitro de verdad.

Equipo de futbolistas: García Remón (Corral); Touriño (Adolfo Fernández), De Felipe, Verdugo; Pirri, Zoco (Grande); Aguilar, Amancio (Anzarda), Santillana, Velázquez (González) y Marañón (Ortuño).

Equipo de baloncestistas: Luyk (Alonso); J.R. Ramos, V. Ramos (Sanmartín), Paniagua; Emiliano, Cabrera (Alejandro); Muller (Peña), Nava (Corbalán), Viñas (Luyk), Cristóbal (Aramburu) y Brabender.

Al cuarto de hora aún iba cero a cero. Los hermanos Ramos, muy ágiles, se rebatían en defensas como fieras y Emiliano era un casta atrás y en la media. Luyk funcionaba, con un estilo heterodoxo, pero funcionaba. Pero cuando empezaron a llegar los goles, el equipo se fue derrumbando progresivamente. Avanzada la segunda parte, Luyk, harto, se quitó de la portería y se puso de delantero centro, pero tuvo que volver pronto, porque era peor.

Al final fueron 20. 20-0. Marcaron Pirri (4), Santillana (4), Amancio (2), Aguilar, Marañón (2), Zoco, De Felipe, Velázquez, Grande y Ortuño (3).

La vuelta fue el día siguiente, en el Pabellón del Madrid, lleno, con una recaudación casi idéntica a la de la víspera. Los de baloncesto tenían que ganar por más de 200 puntos de diferencia, puesto que el 20-0 era según las bases un 200-0. Se acordó que a los futbolistas se les permitirían hasta siete personales. Además, tenían una baza: todos los viernes jugaban al baloncesto entre ellos. Eran tiempos de lunes descanso, martes baño y masaje, miércoles preparación física, jueves partidillo contra el juvenil y viernes baloncesto, antes de ir a la sierra o a la estación. Jugaban en un campo de tierra, donde está ahora la esquina del Bernabéu, y bastante a lo bruto, por eso lo de las siete personales. Pero no les era extraño. Zoco y Pirri se defendían bien y García Remón era francamente bueno. Había jugado en el Canoe y muchas personas me aseguraron que en baloncesto hubiera llegado a internacional. Él solito marcó 17 puntos y se hartó a dar asistencias, y eso a pesar de que a partir de un momento fue vigiladísimo. El único vigilado, en realidad, de los suyos.

Ahora son los de baloncesto los que van de blanco, y los de fútbol, de azul. Arbitraron Sancha y Alonso Díaz, y la cosa fue así:

168.— Baloncestistas: 65 canastas, 38 tiros libres convertidos de 67 lanzados, 22 personales y dos técnicas (Luyk y Muller). Jugaron: Brabender (41), V. Ramos (15), Cristóbal (17), Cabrera (3), Paniagua (9), Nava (2), Emiliano (11), Corbalán (7), Luyk (52), Viñas 11 y Muller.

49.— Futbolistas: 23 canastas, tres tiros libres convertidos de 10 lanzados, 60 personales y una técnica al banco. Jugaron: García Remón (17), Junquera (2), Pirri (8), Zoco (10), Miguel Ángel (2), Grande (6), De Felipe (2), Corral (2), Verdugo, Santillana, Anzarda, Aguilar, Marañón, Velázquez y Amancio.

Hubo pique, como se ve por las técnicas. Luyk se desquitó de tantos goles con 52 puntos. Los futbolistas eran muy brutos jugando al baloncesto, particularmente Junquera, un portero gigantón, de ahí las 60 personales. Pero a juicio de los futbolistas los árbitros, que tiraban para su deporte, se excedieron. Cuando a García Remón le pitaron la séptima falta personal se montó un revuelo. Ferrándiz accedió a la petición de Miguel Muñoz de que intercediera para que pudiese seguir jugando. Y siguió.

Así que 200-0 y 168-49. El agregado quedó: Futbolistas 249, Baloncestistas 168.

Fue una buena idea, pero no se repitió. Aquella gente era muy competitiva, y si bien aquello gustó al público y tuvo gran eco en los medios, Bernabéu pensó que lo mejor era dejarlo ahí. No tuvo continuidad.

Y todavía es el día que Pedro Ferrándiz, que vive sus 85 años dorados en un ático de Alicante, se corroe por dentro cuando recuerda su magnanimidad. “¡Mira que dejar que Muñoz me convenciera! ¡García Remón era una fiera! ¡Sin él les hubiéramos barrido en el tiempo que quedaba!”.