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Contador y Chava Jiménez, unidos por el 6 de diciembre

Desde hace algunos años, el 6 de diciembre coinciden dos aniversarios relacionados con el ciclismo: el nacimiento de Alberto Contador y el fallecimiento de Chava Jiménez. Y ellos fueron, precisamente, dos protagonistas de la información pedalista de la semana pasada.

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A Alberto Contador le vimos en Londres en el anuncio de la venta de su equipo al magnate Oleg Tinkov. El ruso le ha pagado seis millones a Biarne Riis y ya tiene el juguete que tanto perseguía. Tinkov es un amante del ciclismo, que sigue y practica, pero también exhibe unas maneras que chirrían un poco con la idiosincrasia de este deporte. El banquero despliega sus armas en su cuenta de Twitter donde no duda en criticar descarnadamente a sus propios ciclistas o técnicos ante sus casi 140.000 followers.

Contador fue objetivo de su ira el pasado verano, cuando le acusó de trabajar poco y cobrar mucho. Incluso llegó a decir que sólo continuaría en el equipo de Riis si el español salía fuera. Tinkov ha comprado ahora el Saxo-Tinkoff, que pasa a llamarse Tinkoff-Saxo, después de un intento con el Cannondale. Y donde dije digo, digo Diego, y pelillos a la mar. Alberto explica que Oleg hace un uso del Twitter menos serio al que estamos acostumbrados. Quizá. De lo que no cabe duda es de que Tinkov es un personaje excéntrico, lenguaraz, de los que existen pocos en el ciclismo. Y su conducta tal vez pueda llegar a ser entretenida, incluso beneficiosa para crear expectación o debate, pero también se roza el peligro de implantar la crispación allá donde no existe. Una vez hechas las paces con Contador, a Tinkov le ha dado ahora por lanzar andanadas de provocación a su principal rival del Tour, Chris Froome. Su juguete se ha puesto en marcha.

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José María Jiménez es el segundo nombre propio de la semana. El mismo día que Contador celebraba 31 años, se cumplía el décimo aniversario del fallecimiento del Chava, un corredor que ni se asomó a los números que exhibe el palmarés del madrileño, pero que sí puede competir con él en carisma y en el cariño de los aficionados. Quizá sean los dos ciclistas más queridos en España de los últimos tiempos, con permiso de Purito Rodríguez.

Un amigo me preguntó: "¿Por qué alabas tanto al Chava, que hasta pides un homenaje de la Vuelta, y luego criticas a Armstrong o a otros ciclistas de la época relacionados con el dopaje?"

Y yo le contesté: "Por lo mismo que te defendería a ti a pesar de tus defectos".

Efectivamente, Chava Jiménez vivió en una época en la que el dopaje estaba generalizado. Y si eso no indulta sus males, al menos no le criminaliza más que a los demás. Chava se equivocó de camino y lo pagó con su vida, como lo hicieron después Marco Pantani, Frank Vandenbroucke o Philippe Gaumont. El dopaje está a un paso de las drogas sociales. Eso no significa que todos vayan a caer, ni mucho menos, pero es un riesgo fronterizo. Los defectos de Jiménez también pueden servir a los jóvenes como aprendizaje, pero no le podemos reducir solo a eso. Chava era mucho más: era generoso, querido, valiente, espectacular, carismático, bienhumorado... Esos rasgos también hay que fomentarlos. Yo tuve la fortuna de comprobar muy cerca esas cualidades, por eso puedo dar fe de su buen fondo.

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Respecto a la comparación con Lance Armstrong, para mí no hay lugar. Si el texano se está dedicando ahora a una gira del perdón, que comenzó con Emma O’Really, continuó con Christophe Bassons, y ya veremos si no se prolonga con Filippo Simeoni o vaya usted a saber, es precisamente porque dejó el camino regado de ‘cadáveres’ con su persistente mentira y con maneras mafiosas. Chava cultivó amigos y sólo se dañó a sí mismo, mientras Lance arrollaba con hipocresía cualquier mínimo atisbo de discrepancia. No hay color.