Mariano Tovar
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¡Todos a sus puestos de combate! ¡Esto no es un simulacro! El domingo por la noche pocos aficionados a la NFL dormirán. Peyton y Tom, Tom y Peyton, volverán a verse las caras en un partido que la NBC, televisión que emitirá el evento, ha bautizado como Peyton Manning vs. Tom Brady XIV. Con números romanos como si de una Super Bowl se tratara. Y, entre nosotros, yo tengo todos los años más ganas de que llegue este partido que el que decidirá al equipo campeón.
Pero antes de discutir por enésima vez quién es el mejor, como siempre, la programación de Canal+.
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Domingo
Chiefs-Chargers 19:00 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
Cardinals-Colts 22:25 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
Patriots-Broncos 02:30 directo V.O. (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
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Lunes
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Patriots-Broncos 22:00 diferido (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
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Redskins-49ers 02:40 directo (Sportmanía y Canal+ Deportes 2 HD).
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También podéis encontrar la programación actualizada en http://www.canalplus.es/NFL/
Tom y Peyton se han enfrentado hasta ahora en 13 partidos que han pasado a engrosar los almanaques del football Americano. No creo que en la historia de este deporte haya existido una rivalidad entre dos jugadores como la que han protagonizado estas dos leyendas. Hace algunas semanas comparaba su relación con la que vivieron Larry Bird y Magic Johnson en la NBA de los ’80. Dentro del campo, cada encuentro es una batalla por conseguir la victoria y los mejores números, pero fuera de ella, como sucedía entre los dos mitos del baloncesto, hay una profunda relación de amistad. En el mundo del football americano fuera de EEUU hay toda una generación que llegó a nuestro deporte de la mano de los 49ers de Montana, pero la segunda gran oleada de seguidores, la que de verdad ha convertido a la NFL en una competición conocida en cada esquina del mundo, dio sus primeros pasos siguiendo las aventuras de estos dos quarterbacks, cuyos duelos estarán sin duda entre los mejores partidos de la historia.
Quizá solo nos falta una guinda. La posibilidad de que ambos se vieran las caras en lucha directa por el Lombardi en una Super Bowl. Pero eso ya será imposible. Y debemos agradecerlo. Que los dos jugadores desarrollaran sus carreras siempre en la Conferencia Americana, y también casi siempre en equipos aspirantes al título, es lo único que ha posibilitado que su encuentro se haya convertido en una cita anual ineludible. El Tom contra Peyton es un partido fuera de concurso. Una competición en si misma. Para muchos, el mejor momento de toda la temporada. Su cita nunca ha terminado en decepción, salvo para los seguidores del perdedor. Sus choques han sido casi siempre joyas que merecen ser guardadas bajo siete llaves, y revisadas una y otra vez, porque es casi un milagro que en tres horas pueda concentrarse tanto talento, tanta genialidad, tanta magia.
No voy a dar los números de los enfrentamientos anteriores. No voy a discutir por enésima vez quién es mejor, quién merece un trono más alto, quién pasará a la historia con letras más grandes. Tom y Peyton son inseparables. Sus carreras están engarzadas como una joya plagada de diamantes. Espero que la NFL tenga el mismo talento que ellos, y les encumbre a Cantón en un mismo año, para que su llegada al olimpo, en el reino de los mejores, sea en un sprint que ni siquiera una fotofinish sea capaz de desempatar.
En los últimos años he vivido este partido con la sensación de que era uno de los últimos platos del banquete. Y quizá me precipite, pero creo que este encuentro, y el que ojala se produzca en enero, serán los últimos Tom vs Peyton de nuestra vida. Sí, he dicho ojala. Quiero ver el Broncos-Patriots del domingo con toda mi alma, y quiero ver a esos dos mismos equipos, con sus dos mitos a la cabeza, encontrarse de nuevo en postemporada. No es un desprecio hacia los demás conjuntos. Es solo la fijación de un aficionado al que le quedan muy pocos referentes de esos tiempos en los que no peinaba canas, porque todos se han ido retirando. Tom y Peyton son para mí casi el último eslabón al que aferrarme de la generación de deportistas con la que más me identifico. Tom y Peyton son, tras la marcha de genios como Ray Lewis, Brett Favre, Kurt Warner y muchos otros, los últimos de la que para mí ha sido la etapa más dorada del deporte más brillante. Un football más ingenuo, pero más auténtico, en el que el deporte solo parecía deporte, en el que las reglas solo buscaban el máximo espectáculo y en el que ni siquiera nos planteábamos lo que podía suceder después.
Así que el domingo, una vez más, me sentaré con devoción delante de la pantalla como el que va a recibir una ofrenda irrepetible. Peyton y Tom. Tom y Peyton. Los recién llegados nunca serán capaces de entender lo que estos dos jugadores significan. Ni siquiera pueden entenderlo los que ven football desde hace unos pocos años. Hay que remontarse al 30 de septiembre de 2001, pocos días después de que las Torres Gemelas dejaran de apuntar al cielo, para entender lo que ha representado el encuentro anual entre estos dos monstruos. Partidos llenos de detalles inolvidables, con polémicas que se discutían durante semanas, con debates que se alargaban durante meses y meses, más encendidos que cualquier otra discusión. Peyton y Tom. Tom y Peyton. Nadie ha sido indiferente a su historia. Nadie les iguala en la balanza. Todos tenemos un favorito. Porque cuando la cosa está entre dos nombres de deportistas, de toreros, de políticos o artistas, la sangre casi siempre llega al río y la pasión se desata hasta límites insoportables.
Creo que a Tom aun le quedan pilas suficientes para intentar culminar esa carrera contra el tiempo y contra Joe Montana que empezó en febrero de 2001, y que seguirá con nosotros un tiempo más. Pero sospecho que esta vez sí que es definitiva para el otro protagonista de esta historia. Que estamos viviendo las últimas bocanadas de un Peyton cuyo físico hace mucho tiempo que dijo basta, pero cuyo corazón, el mismo que según sus críticos siempre le faltó, aún bombea tanto amor al football que convierte un cuerpo fustigado en un templo del reino ovalado. A veces le veo sobre el campo y recuerdo a aquel Dan Marino crepuscular, incapaz de mover los pies, anclado al suelo, y resignado a un golpe inevitable porque ya no podía quitarse de en medio a tiempo. Y en serio, me da pena. No consigo digerir que los pases de Peyton se queden aquí al lado, cuando pocos han lanzado el balón con tanta fuerza y precisión allí a lo lejos, en un vuelo imperial que terminaba suavemente en su objetivo, que solo tenía que extender los brazos y dar gracias al cielo porque al otro lado no hubiera un deportista, sino un fenómeno. Me diréis que soy un pesimista crónico, pero si Peyton conquista la próxima Super Bowl se despedirá en lo más alto, como hizo Ray Lewis hace pocos meses. Y si se queda en la orilla se dará por vencido, consciente de que una offseason es muy larga y a su cuerpo no le queda gasolina para atravesarla.
Y por esas consideraciones que a nadie le importan, pero que son quizá la única razón por la que yo sigo viendo football americano con la misma ilusión que el primer día, una vez más no me interesa en absoluto si ambos equipos necesitan la victoria a pesar de que virtualmente ya están con un pie en postemporada. Cuando me siente a verlo no tendrá ninguna trascendencia que para ambas defensas esta sea una prueba de fuego que medirá su auténtico potencial de cara a los duelos que importan de verdad; que la secundaria de New England tenga que demostrar que sí ha dado este año un paso adelante; que el backfield de los Broncos se confirme como un auténtico valor, y más ahora que Ball ha ganado protagonismo; que Welker, con el ‘pero’ de su conmoción, quiera beberse la sangre de Belichick como venganza tras tantos meses de desencuentros… y Belichick quiera demostrar al mundo que dejó ir Welker con razón, porque nunca le perdonará aquellos drops que fueron puñaladas; que tanto el pass rush de Denver, como la línea ofensiva de New England, estén obligadas a clamar ante el mundo que son dignas del nivel de excelencia de todo lo que las rodea. En una palabra, que dos equipazos que aspiran a todo, y están creciendo domingo tras domingo, arreglando agujeros con armas aún mejores para llegar a la batalla final como una máquina perfecta, se enfrenten en una reválida decisiva que coronará al máximo favorito de la Conferencia Americana.
Como os digo, esta vez nada de eso me importará en absoluto. Solo quiero que me dejen en paz con mi regusto amargo, disfrutando con ojos húmedos de un nuevo encuentro entre Tom y Peyton, quizá el último. Un abrazo postrero entre dos titanes que están grabando a fuego las últimas crónicas épicas de una generación de colosos.
Muchos de nosotros llegamos a la NFL con Montana y hemos atravesado con asombro un cuarto de siglo durante el que los grandes quarterbacks dominaron la tierra. Ahora mismo no sé si querré ver mucho más foootball a partir del día que falten Petyon y Tom. Tom y Peyton. Sin ellos ya no será lo mismo. Su hueco nadie podrá llenarlo. Ni en mil años. Petyon y Tom. Tom y Peyton.
mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl