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Los lamentos del olvidado Freire

Óscar Freire es una de las figuras del ciclismo que más admiro y, sin duda, está en mi Top-3 español de la historia, por numerosas razones. Primero, porque ha sabido triunfar en un tipo de carreras sin abonar, en Mundiales y en clásicas, y abrir el camino para que otros compatriotas lo hicieran también. Segundo, porque es un corredor honesto, que nunca ha estado involucrado en asuntos turbios. Tercero, porque es una persona trasparente y sincera, que siempre dijo lo que opinaba aunque fuera políticamente incorrecto. Y cuarto, porque tiene la mirada limpia y es difícil verle un mal gesto o un desplante con nadie.

Libro

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Por todas esas cosas tenía muchas ganas de leer el libro: ‘Óscar Freire. El genio del arcoíris’. Y también porque Freire ha ocupado una buena parte de mi carrera profesional. Como anécdota puedo contar que en el Mundial de Verona 1999, AS renunció a desplazarse por primera vez en mucho tiempo, después de que todas las ‘estrellas’ habían dado la espalda al campeonato. Cuando ese desconocido (Gómez, le llamaban los italianos) cruzó la meta victorioso, tuvimos que reaccionar rápido. La crónica la escribió González Linares, que le conocía bien del ciclismo cántabro, y yo comencé a hacer las maletas para iniciar un seguimiento de sus siguientes carreras. Así me planté al día siguiente en Milán, le visité en un hotel y lo primero que hice fue pedirle disculpas: “Lo siento, no esperábamos tu victoria”. “Bueno, ni tú ni nadie”, me respondió. Me tiré una semana con él: Milán-Turín, Giro del Piamonte, Giro de Lombardía, Subida a Montjuïc y homenaje en Torrelavega. Unos días después, ya descansado de tanto ajetreo, vino de visita a la redacción del periódico y al verme me dijo: “Te echaba de menos”.

Intento no leer muchos libros de deporte, para poder desconectar del trabajo, pero sí intercalo alguno de vez en cuando. Con el libro de Freire tenía verdaderas ganas de devorarlo. Por eso lamenté mucho no poder acudir a la presentación y por eso le insistí al autor, Juanma Muraday, que me hiciera llegar un ejemplar firmado, que me recogió mi compañero Chema Bermejo. Pese a esta ansiedad, he de admitir que al final me ha costado terminarlo. Por un lado, porque tiene la letra muy pequeña. Y por otro, porque donde yo esperaba una semblanza me he encontrado con un encadenamiento de carreras narradas desde la experiencia indirecta, muchas veces competiciones en las que ni siquiera está Freire, todo ello salpicado por testimonios de personas más o menos cercanas. Muraday ha hecho una gran labor de recopilación, y hay que felicitarle por ello, y también tengo que agradecerle que me llamara para recabar mi testimonio, aunque creo que me exprimió poco. Pero, sinceramente, esperaba más pinceladas biográficas y menos resultados deportivos.

“Para Guti, con simpatía”, es la dedicatoria de Óscar Freire. Y la simpatía, ya lo sabe él, es mutua. Aun así, y al margen de mi admiración, creo que en el libro se incide mucho en dos ideas que, aun teniendo parte de razón, no están demasiado ajustadas a la realidad.

Autografo

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En primer lugar, el libro es un lamento constante de que el tricampeón mundial no tuvo la suficiente atención mediática. Es verdad que si Freire hubiera nacido italiano, holandés o belga, habría sido más popular y reconocido de lo que es en España. Y no es menos cierto que la cultura ‘vueltónoma’ está tan arraigada en este país, que una figura tan ‘diferente’ como la de Óscar era difícil de encajar. Tampoco tuvo suerte con la época que vivió, porque le ha tocado cohabitar con el mejor momento de la historia del deporte español, y competir en los medios y en el corazón de los aficionados con Nadal, Alonso o las Selecciones de fútbol y baloncesto, entre otros muchos que tenían que repartirse la misma tarta. Pese a toda esta carga de verdad, creo que a Freire y a su entorno le ha faltado también un punto de autocrítica, porque residir en Suiza y correr en equipos extranjeros (tuvo ofertas en España que desestimó) son decisiones que tomaron por intereses propios y que, sin duda, también le han distanciado de la afición. No es algo que sólo piense yo. Ya se lo comentó Susana Echevarría, periodista de ‘El Diario Montañés’, y así se recoge en el libro: “A lo mejor él tampoco ha tratado a España como se merece y así se lo he dicho: ‘Si te vas a Suiza, no pidas que aquí te traten como a un héroe”.

En segundo lugar está su convicción de que el dopaje ocupaba un espacio excesivo en los medios de comunicación, un espacio que se ‘robaba’ a las gestas deportivas. Entiendo esa indignación, porque a Freire nunca se le conoció un desliz, así que esas denuncias no iban con él. Pero no es menos verdad que Óscar era una excepción en una época muy turbulenta. El autor del libro ‘compra’ su discurso hasta tal extremo, que llega a escribir cosas como que se hablaba más de “la tendinitis de Jesús Manzano” que del maillot de líder de la Copa del Mundo que vistió Freire. La verdad es que es una manera bastante simplista de definir la mayor confesión de dopaje que ha habido en España, embrión a su vez del mayor escándalo de dopaje de la historia: la Operación Puerto. Entiendo a Freire, insisto, pero él también debería comprender que él ha sido infinitamente mucho más perjudicado por los ciclistas tramposos, que por aquellos que denunciábamos esas trampas.

Una vez plasmadas estas críticas, que espero que se entiendan como constructivas, Freire seguirá estando siempre en mi altar ciclista. Y por esa razón, la lectura de este libro me parece imprescindible. Para coincidir con él, para discrepar de él y, sobre todo, para revivir las gestas de un campeón único.