Las mil caras de un segundo
Ahora que veo con tanta frecuencia en mi vida a Karanka y a Roura, que echo de menos a Camacho, que conozco mejor a Toni Grande y que sigo la experiencia de Muñiz en Ucrania, creo que es un buen día para hablar de los segundos entrenadores. De las cabezas de ratón y de las colas de león. De qué entrenadores han logrado el sueño de ser ayudantes en la élite, cuáles hacen de auxiliar como mero trampolín hacia el estrellato, cuántos han nacido para emular a Sancho de por vida y qué porcentaje pasan de los focos a la sombra con tanta naturalidad como alivio. De lo que son y lo que quieren. Muchos de ellos son actualidad. Y es que aunque ser segundo siempre fue un buen cargo en los banquillos, en el nuevo siglo han cobrado una transcendencia tan relevante como la de una vicepresidencia del Gobierno. Es un magisterio que puede llevar a un profesional del anonimato al rápido reconocimiento como seleccionador (Löw en Alemania), a la gloria en un club (Di Matteo en el Chelsea), a la herencia de un tesoro (Tito en el Barça) o al paredón de las ruedas de prensa (Karanka en el Madrid). Hay muchas clases de segundos y cada uno tiene sus porqués. Su influencia, siendo ahora mejor asalariados que nunca y más conocidos que siempre, ha generado técnicos formados, marionetas sin gracia, entrañables parejas de hecho y varios regresos al pasado. Por conveniencia o humildad. Vayamos repasando. Yo les cuento y ustedes clasifiquen.
Karanka es uno de ellos. Y coincidiremos en que es ahora el más conocido de todos los segundos. Puede que el menos ejemplarizante y el que más debate suscita. A mí me parece un buen tipo que, sin embargo, cae mal. Un ayudante del que podríamos afirmar que lo tenemos hasta en la sopa por los desplantes de Mourinho. Y aunque lo de salir a las ruedas de prensa no es culpa del actual asistente del portugués, sí lo es que pierda crédito con sus respuestas y su sobreactuación en los partidos sin que repare en los daños que le pueden ocasionar estas formas. Su único objetivo es contentar a su jefe. Cueste lo que cueste. Y caiga quien caiga. Por eso hasta copia sus alaridos contra los colegiados. Pero el fin no justifica los medios. El exseleccionador de las categorías inferiores de España imita a Mou. Dice lo que él. Y actúa como él. Cuando lo recomendable sería tener una personalidad propia y afable que le abriese puertas de futuro y que no le canjease enemigos. Karanka podría ser de otra manera. Y si no lo cumple no es porque no sepa o se le haya olvidado lo afable que es. Es para sobrevivir. Con otras formas no pertenecería a la dictadura en la que está. Lo que mola es Rui Faria.
Por eso, Karanka debería reflexionar y preguntarse si quiere ir de la mano de Mourinho siempre o sueña con volar. Si desea acompañarle para los restos, va por el buen camino. No existe otro. Pero puede quemarse y quemar. Ahora, si quiere algún día ser independiente tiene ejemplos que ahora le hablan para poder rectificar. Varios de los anteriores ayudantes de Mou hacen carrera en solitario por la Premier. Y con éxito. También por culpa de 'The Special One'. Vilas Boas (Tottenham), Brendan Rodgers (Liverpool) y Clarke (West Bromwich). Pero si ahora les preguntásemos sobre su pasado, repetirían todo lo que han aprendido junto a su ‘profesor’ y borrarían todas las bravuconadas que hicieron para ganarse el respeto de su jefe. De hecho fueron tajantes hace poco. “Mou es un actor”, dijeron en un reciente reportaje emitido por la ITV. Karanka está a tiempo. La bordería sin títulos no es soportable.
Que no tema. Él no sería el primer ayudante que se aleja de la forma de pensar de su superior. A algunos ya les pasó y no les fue nada mal. Radomir Antic puede dar fe de ello. Cuando tuvo como segundo a Víctor Fernández en el Zaragoza vio cómo cada uno defendía una idea diferente. Cuentan que el serbio se quejaba de que su socio (actualmente en el Gent belga) estaba demasiado apegado a la presidencia y eso no le gustaba. Pero ninguno de los dos cambió su actitud. De hecho, cuando Antic se fue de La Romareda y Víctor pasó a liderar el proyecto maño, Rado echaba humo. Como si hubiera confirmado sus sospechas de que ‘dormía’ con un extraño. En Santander también pasó algo similar y aún siguen latentes las sospechas sobre Juanjo González, aquel cabeza de cartel del triunvirato antes del descenso. Llegó al Racing en 2008 como ayudante de Muñiz y tras hacerse íntimo de Pernía y no querer abandonar Santander con los deberes hechos como hizo su compañero, pasó a tener más vidas que un gato en El Sardinero. Secretario técnico, renovación, técnico interino tras Mandiá y todopoderoso después del adiós de Cúper. No está mal.
La norma no es ésta. Que conste. La sintonía y los finales felices predominan. Hay muchos más casos en los que un segundo llega a ser un entrenador en solitario tras haber aprendido de maestros a los que siempre tienen presentes. Sin roces. Con buenas formas y agradecimientos. Camacho fue segundo de Di Stéfano en los 90' y Capello aprendió con Sacchi en el Milán hasta que éste se fue a la selección italiana. Todos fueron grandes y no hicieron más que ayudarse. Eso, por citar a varias referencias mundiales. Hay mil ejemplos más. Famosos y más humildes. Rexach (con Cruyff), Tito (Pep), Pellegrino (Benítez), Löw (Klinsmann), Bakero (Van Gaal), Maqueda (López Caro) y tantos y tantos otros dirigieron y dirigen ahora a equipos después de haber sido consejeros.
La del asturiano es la mejor prueba de que ser segundo es todo un privilegio. Por eso Cousillas no se separa ni se separará de Pellegrini. Ni Toni Grande de Del Bosque. Forman dos de tantos matrimonios ejemplares que abundan en nuestros banquillos. Lo hacen por convicción y, sobre todo, sin la necesidad de estridencias ni malas artes para ganarse a sus guías. Puede que Rubén Uría, ayudante de Marcelino García Toral allá donde va, lleve más razón de la que le presté un día: “Ser ayudante no es por falta de ambición. La virtud de un segundo es no querer ser primero, conocer los límites y tener los pies en el suelo. Por eso algunos lo seremos toda la vida con orgullo”.