Mi columna es AS del 17 de agosto de 2012:

Chris Froome ha llegado a la Vuelta a España sin mochila, sin ese peso en la espalda llamado Bradley Wiggins... Wiggo anda ahora de ocio, de fiesta en fiesta, de copa en cigarro, perdido por la noche de Mallorca. "Me he ganado el derecho a tomarme unos vodkas con tónica", dijo tras colgarse el oro olímpico en Londres. Unas vacaciones más que merecidas, ciertamente, para el vencedor del Tour de Francia y de tres carreras del Word Tour: París-Niza, Romandía y Dauphiné Liberé.

Froome se ha plantado en Pamplona por primera vez como gran líder del Sky. Tanto en la Vuelta 2011, como sobre todo en el último Tour, tuvimos la sensación de que se habría coronado en lo más alto si no hubiera estado subordinado a Wiggins. Ahora tiene la ocasión de demostrarlo, en una carrera con un tremendo nivel: Contador, Gesink, Van den Broeck, Purito Rodríguez, De Gendt, Cobo, Valverde... Sólo me asalta una duda, y no es culpa de Froome: en los últimos años, ciclistas de enjundia como los Schleck vinieron a la Vuelta a cumplir con el expediente y, de paso, a pegarse unas buenas juergas nocturnas. La fiesta sabe mejor con los deberes hechos. Pregunten a Wiggins.