Real Madrid - Barcelona: Revive el gran pulso
Total: dos competiciones, quince partidos para cada equipo y mismo y espectacular balance: 14-1. Mucho más que un dato, es un síntoma, una evidente línea de tendencia que refleja un nuevo paso adelante del Barça, siempre en ascenso bajo el diestro gobierno de Joan Creus, y el instantáneo progreso del Real Madrid, que ha pasado en semanas del segundo escalón europeo (y nacional, seguramente) a tener ya y por fin aspecto de aspirante a todo. Que es lo que sucede, ni más ni menos, cuando se inyecta dinero y se pone a dirigir y decidir a Ettore Messina.
Caminamos, más tras las últimas derrotas del Caja Laboral, hacia una liga bipolar. Cuestión de poder económico, claro. En la carrera por llegar a la cúspide del baloncesto europeo actual, Barcelona y Real Madrid han, casi por inercia, sacado muchos cuerpos de ventaja dentro de nuestras fronteras mientras algunos se reinventan para sobrevivir (DKV Joventut), otros parecen encontrar la anhelada solidez competitiva (Valencia) que se escurre entre los dedos de Unicaja, que vive en desacostumbrada marejada. El Caja Laboral, tercero en discordia, persiste sin el brillo habitual y espera su momento plagado de lesiones y con un equipo en proceso de ensamblaje. Aún así cuesta imaginarle al extraordinario nivel de años anteriores, sometido quizá a la tozuda realidad comparativa que, en lo presupuestario, otras veces ha esquivado, y pendiente también de una segunda mitad de temporada donde puede que se difumine como ejército de Ivanovic que es. Un Ivanovic que, por cierto, ya empieza a mezclar mal con Eliyahu, un jugador tan poco esforzado en defensa como necesario para este Caja Laboral por su desbordante talento ofensivo.
En Europa, mientras, las puertas se abren para los grandes ACB tras unos años en los que han vivido instalados entre los mejores pero casi nunca entre los grandes aspirantes. Equipos de cuartos de final o Final Four -no títulos- en el mejor de los casos. Siempre aparecía un CSKA, un Panathinaikos, antes un Maccabi… la cruda y muy dura realidad. Ahora la crisis reduce presupuestos y limita a los enemigos. Sólo el águila bicéfala griega -Panathinaikos y Olympiacos- parece inagotable, igual de amenazante. La otra gran bestia negra, CSKA, ha perdido a Messina y ha perdido presupuesto, aunque todavía es capaz de juntar en el campo un quinteto capaz de ganar cualquier partido. Así que incluso en Europa cuesta más que otros años encontrar plantillas claramente superiores a las de Real Madrid y sobre todo Barcelona. Sobre todo Barcelona porque a priori el equipo azulgrana está un paso por delante… ¿o no? Porque más allá de las comparaciones con todos los demás sobresale la comparación entre ambos. Es así desde la carrera armamentística del verano y lo es más después de consumir un primer tramo de temporada que ha confirmado la excelente línea del Barcelona y el instantáneo acople de Messina al Real Madrid y del Real Madrid a Messina.
Un Barcelona de recursos infinitos
La plantilla del Barcelona se puede someter casi a cualquier análisis y salir reafirmada como la más fuerte de España y seguramente la más completa también de Europa. Una apuesta continuada, sostenida en el tiempo a partir de la llegada de ‘Chichi’ Creus, un tipo que tiene sentido común e inteligencia, trabaja mucho y además sabe de baloncesto; Mucho. Por eso el Barça se ha vuelto a reforzar muy bien, a partir de posibilidades con las que otros ni sueñan (ahí está el caso Ricky), sí, pero muy bien. Es muy difícil que tu juego interior no se resienta y siga siendo el terror de toda Europa cuando la NBA se lleva el mismo verano a Andersen e Ilyasova. Aún con las posibilidades del Barça, es difícil.
En cancha, el Barcelona tiene recursos prácticamente infinitos. Ricky funciona porque hace funcionar al Barcelona en las dos partes del campo, y junto a él forman dos bases de garantías y perfectamente diferentes: Sada, muchas veces infravalorado pero jugador en ascenso, intenso en defensa y con criterio en ataque, y un Lakovic que es un lujo asiático en el rol para el que lo usa el Barça. Un abrelatas reconfigurado en ‘combo guard’, muchos minutos de escolta si la situación lo requiere. El backcourt lo completan un Grimau que vive en alerta permanente y que garantiza personalidad, defensa y un puñado de puntos si llegan situaciones comprometidas, un cañonero que además defiende como Basile y Juan Carlos Navarro, del que se pueden decir tantas cosas que basta con decir que es un arma perfecta y casi imposible de desactivar en el baloncesto FIBA, un experto en hacer fácil lo que en el deporte de alto nivel resulta más complicado: marcar las diferencias.
Un Madrid Real desde el primer día
Pero el problema de este Barcelona de planta imperial es que enfrente el Real Madrid va camino de doctorarse en tiempo récord. La materia principal de su tesis: conjunción, absorción de conceptos y solidificación a la carrera. Las bondades, repito, de poner a Messina a dirigir la nave y darle mando en plaza a la hora de confeccionar la plantilla.
Con una precocidad admirable al Real Madrid se le ha puesto cara de equipo de Messina: defiende como un poseso, al gusto del italiano por intensidad y estilo, poco dado a los dos contra uno y sí al frenesí en la línea exterior y al trabajo incansable sobre las líneas de pase del rival. En ataque el equipo es cada vez más ordenado y sistemático, con circulación y búsqueda del extra pass, todos los roles bien definidos. Para cambiar el estilo, claro, han cambiado las caras. El Madrid ha soltado lastre (Massey, Winston, Hosley, Hamilton…) y se ha deshecho también de otras piezas en las que el debate estaba más abierto: de Raúl y Mumbrú, ya fuera, a Hervelle, con los días tan contados como los minutos de juego. Alguna de estas decisiones ha provocado que la afición tuerza el gesto, y hablo principalmente del caso del belga, pero hay que dar el máximo margen de confianza a Messina. Le avala su currículum, le avalan sus resultados y le avala su visión. El italiano metió el bisturí en un equipo totalmente venido a menos a partir de la certeza de que la grandeza se consigue cambiando lo que no funciona pero también algunas de las cosas que sí lo hacen o podrían hacerlo. Esas decisiones, difíciles o impopulares a veces, hablan maravillas de la personalidad (y por ahora parece que también del acierto) de un entrenador extraordinario.
En función de esos movimientos veremos la definitiva versión de este Real Madrid, por fin con toda la artillería lista. Porque no olvidemos que si el Barcelona ha acumulado lesiones en las alas, el Real Madrid no había podido contar hasta la semana pasada con Felipe y Van den Spiegel. Importante el belga como recambio con centímetros para Lavrinovic, esencial el español como fuente de producción constante y reserva espiritual del equipo que está funcionando tan bien que hasta el propio Reyes va a tener que sudar tinta para acumular minutos. Con ellos, en definitiva, se resuelve el problema que mató al equipo en la Supercopa ante el Barcelona y con ello comienzan las pruebas definitivas de Messina, que no ha tardado ni un partido en empezar a probar un sistema que no le es extraño: tres hombres altos juntos, con Velickovic actuando como falso alero y la pista muy abierta gracias a la buena muñeca del serbio o Garbajosa.
Por fuera, Messina se ha arropado con buenos defensores individuales que además en ataque anotan (Kaukenas, irregular pero decisivo en sus días buenos) y dirigen (Prigioni). Bullock dosifica por fin tiros y minutos y Llull aprende a modular su juego en media cancha sin perder sin grandes virtudes, ni la velocidad de crucero ni la fuerza volcánica que le convierte en aspirante a héroe cada vez que la épica asoma por el último recoveco de un partido. Mientras Dasic, enormes facultades todavía en busca del punto de cocción, crece y madura, Vidal y Hansen se reparten minutos en el ‘3’ y es el americano seguramente el más gris hasta ahora, especialmente en ataque, fallón y con tendencia al libertinaje más allá de los sistemas de Messina.
Las batallas por venir
Así que estamos por ahora en lo que es prácticamente un empate técnico entre dos pesos pesados que amenazan con citarse en los próximos meses en las batallas que decidirán las guerras, los títulos. Tal vez en la Copa o en la Euroliga, y resulta tremendo proyectar en el futuro una final de la ACB a cinco partidos entre estos dos transatlánticos (también en lo mediático) armados hasta los dientes.
Pero por ahora, desde un punto de vista subjetivo y por una diferencia escasa, me quedo con el Barcelona. El Real Madrid tiene ventaja en el inquilino del banquillo pero el Barça puede poner más profundidad y tanta calidad o más que el equipo blanco en cualquier línea, cualquier posición. Hasta ahora, los de Messina se han mostrado enormemente fiables en un buen puñado de partidos a cara de perro, finales igualados, prórrogas. Ahí parece más estable y solvente mientras que el Barcelona ha logrado más victorias descomunales, de impacto. Así que quizá se puede decir que mientras que el Real Madrid ha demostrado que siempre encuentra recursos y caminos para sacar adelante los partidos, el Barcelona puede ser brillante de forma más constante. Digamos que el mejor Barça es todavía superior al mejor Real Madrid.