Kaká ya está aquí. Blanco imperial. Octavo Balón de Oro en la sagrada historia del Madrid. Pero empezaré por el principio. Valoro mucho lo difícil que fue reconstruir en 2006 un equipo de entreguerras tras la caída de los primeros Galácticos y ganar dos ligas pese a todo. Por eso he valorado estos años la labor de Mijatovic, al que envío un fuerte abrazo por el dolor que le acompaña tras la pérdida de su hijo Andrea. Cierto que fue su gran cruz, y la de Calderón, no poder cumplir nunca la promesa de traer a Kaká. Por eso hay que reconocer que la llegada de Florentino ha sido como un gigantesco imán capaz de llevar al huerto a las mayores celebridades del fútbol ‘después del Barça’. Kaká llevaba tiempo en el Milán lamentándose por estar rodeado del geriátrico del fútbol europeo: Shevchenko, Maldini, Seedorf, Zambrotta, Inzaghi, Ronaldinho… Todos tipos muy honorables pero que permiten comprender el hartazgo de Kaká y su deseo, por fin consumado, de dar el salto al Bernabéu para volver a luchar por el Balón de Oro. Kaká necesitaba sentirse cabeza de león en un ecosistema adecuado, y San Siro ya no lo era porque se había convertido en un cementerio de elefantes. El Bernabéu será el escenario ideal para que el brasileño despliegue su elegancia, que en algunos detalles recuerda a Zidane, aunque Zizou es único e incomparable.
Pero Kaká reúne todas las condiciones que se le pide a un crack que venga al Madrid. Clase, calidad, talento, técnica exquisita, señorío, elegancia, porte, presencia y pegada (también mete sus goles, no se crean). Kaká es el primero de una pirámide que Florentino y Valdano construirán a golpe de estrellas consagradas. Del sexteto formado por Xabi Alonso, Cristiano Ronaldo, Kaká, Silva, Ribéry y Villa vendrán al menos cinco. Eso asegura recuperara el liderazgo y el poderío extraviados en Europa en los últimos años. No olvido que la final de la próxima Champions se juega en el Bernabéu. Me da que Kaká y Cristiano se van a divertir. Esto promete amigos…