Federer y la enésima decepción
Tomás de Cos
Jorge Valdano es el autor de unas de las frases que mejor describen al deporte más universal. “El fútbol es un estado de ánimo”, afirmó el técnico argentino en su etapa de entrenador del Tenerife. Una explicación extensible a cualquier actividad deportiva y que gana más sentido si cabe en los deportes individuales como el tenis.
Es bien conocido que en el deporte de la raqueta, tan rival es el que se sitúa al otro lado de la red como uno mismo. No hay donde esconderse y a menudo es difícil soportarse a uno mismo cabreado. Y más complicado aún es saber cambiar el chip y la actitud sobre la marcha para encontrar el camino cuando las cosas se tuercen. Los errores son casi siempre fruto de la propia mente, unido claro, a la presión del rival.
El ofuscamiento, la inseguridad, la ansiedad y las dudas son siempre malas consejeras, mientras que una actitud positiva es la mejor vía para alcanzar el triunfo. Ganar siempre es imposible, incluso siendo Federer, pero lo importante en caso de derrota es haberse vaciado y que los méritos del oponente superen a los deméritos propios en el momento de felicitar al ganador. Para los entrenamientos queda la tarea más ardua: analizar los errores, trabajar en ellos y reforzar los puntos débiles.
Este año Federer ha bajado mucho su nivel y su eliminación en los cuartos de final del torneo olímpico de Pekín es la enésima decepción de una temporada para olvidar. A pesar de que a muchos les gustaría ser semifinalistas del Open de Australia y finalistas de Roland Garros y Wimbledon en nuestro peor año, para alguien que convirtió el triunfo en rutina es un fracaso. Sin paliativos. Aunque la derrota sea frente a un jugador sobresaliente como James Blake. Un dato es incontestable: es la primera victoria del norteamericano sobre el suizo en los nueve enfrentamientos que han disputado.
Además, Rafa Nadal ha dado un giro al tenis actual. A la potencia y precisión de los golpes, una característica común a todos los profesionales de la raqueta, ha añadido una solidez hasta ahora desconocida. Ya no vale con enviar bolas imposibles a las líneas y tener un completo repertorio de golpes, ahora además hay que saberlo hacer en cualquier situación: en ataque, en defensa y al contraataque. Y sin aburrirse ni cansarse de meter bolas. Un paso más en la evolución del tenis, cada vez más espectacular y completo. Es por ello que Roger Federer, a quien hace un par de años bauticé como ‘el jugador total’, lo es ahora menos y por el contrario es Nadal quien se ha vuelto inabordable sobre la cancha.
A la potencia y precisión que su amigo Sampras introdujo en el servicio y en el juego de red, el suizo añadió una técnica depuradísima en todos los golpes, inédita hasta su aparición. El legado de Nadal es su mentalidad genial y su capacidad para poner siempre un par o tres bolas más dentro de la pista.
Mientras Nadal se ocupa desde hace tiempo por ser un jugador cada vez más agresivo y resolutivo, Federer ha seguido fiándolo todo a su infinito talento, olvidándose de hacer los deberes en el capítulo de la seguridad y la solidez. Eso le ha restado confianza en su juego y con ello han rebrotado las dudas del tenista irregular que otrora fue. Sigue siendo el más elegante y el más brillante pero tiene mucho trabajo por delante. Es difícil que Pepe Higueras o cualquier otro entrenador le enseñe nada técnicamente, pero sí es posible trabajar la consistencia y estrategia de su tenis y la potencia y resistencia de su físico.
Por su edad y su profesionalidad está a tiempo de dar un nuevo giro a su carrera deportiva. Otra cosa es que aún tenga el hambre de triunfos y la mentalidad necesaria para llevarlo a cabo. Además, Nadal, Djokovic, Murray y compañía no se lo van a poner fácil. Pero de ello depende que pueda recuperar y alargar su reinado. Agassi puede servirle de referente.