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El duelo del siglo XXI

Actualizado a

Pablo Hernández

Todos los aficionados al tenis guardan en la retina los grandes duelos de la historia de este deporte: Laver vs. Newcombe, McEnroe vs. Connors, McEnroe vs. Borg, Agassi vs. Sampras,… Estos retos entre gigantes de la raqueta tenían siempre algún “animador de lujo”, como los Lendl, Nastase o Courier, pero la época que abrió Federer cuando ganó el primero de sus diez ‘grandes’ -hace solo 4 años, cómo no, en el All England Tennis Club- solo ha tenido un tenista que haya podido hacerle algo de sombra. Como todo el mundo sabe, ese tenista no es otro que Rafael Nadal, auténtica bestia negra del suizo sobre la arcilla de Roland Garros y aspirante a ‘robarle’ el que sería su quinto título de Wimbledon consecutivo, hazaña solo conseguida en la ‘era Open’ por Bjorn Borg (entre 1976 y 1980).

Lo que hace especiales a Federer y a Nadal es la enorme distancia que existe entre ellos y el resto de jugadores del circuito. Cuando el aficionado compra la entrada para un torneo en el que participan Nadal y Federer espera encontrarlos en la final, y si esto no ocurre es una decepción. Como todo en la vida, este dominio excesivo tiene dos lecturas por lo menos: la buena es que los duelos F vs. N son espectaculares, en sus partidos se ve una lucha extraordinaria entre dos colosos de este deporte; la mala es que los partidos previos no suelen tener mucha emoción.
Por supuesto, en el circuito hay jugadores que vienen, como Djokovic, Murray o Tsonga, que si continúan con su progresión tendrán algo que decir entre el suizo y el español. También hay jugadores que ya están, como los Roddick, Gasquet, Davydenko, Nalbandián,… En un escenario sin Federer y Nadal, estos y otros jugadores pelearían entre sí por el número uno, y aunque probablemente se impondría “El cañonero de Nebraska”, el circuito ATP sería en general más igualado. Pero esto es pura fantasía.

Duelo de estilos
Otro de los alicientes de este duelo de titanes es el estilo. Al tenis, como a cualquier deporte, se puede jugar de muchas formas, y en este caso Nadal y Federer presentan estilos casi opuestos. El suizo está considerado como uno de los mejores tenistas de la historia y como el más completo. Su revés, pese a ser su punto débil, es uno de los mejores del circuito; su derecha consigue golpes a veces inverosímiles; su saque -sobre todo el top spin para la hierba- es mortífero; tiene una velocidad endiablada, pero parece que juega andando de lo elegante que es. El Zidane del tenis. Tiene 10 Grand Slams, solo superado por Sampras (14), Emerson (12), Laver y Borg (11). Todo el mundo tiene claro que superar estos récords es solo cuestión de tiempo, excepto catástrofe. Por cierto, la final de Wimbledon 2007 será la novena consecutiva de Grand Slam para el suizo, ya que no falta a ninguna desde Wimbledon 2005.
Por su parte, Rafa Nadal supera a Federer en solo dos aspectos, que sin embargo son claves en este deporte: la capacidad física y la fuerza mental. El físico del balear viene determinado por una genética privilegiada y un entrenamiento continuo, y su fuerza mental es algo todavía por estudiar. Aun así, la mejora técnica del tenista español en 2007 ha sido espectacular. Su juego se basaba por completo en la fuerza, la defensa, correr y pegar, correr y pegar, pero sus tobillos empezaron a correr peligro. Por eso ha tenido que cambiar su estilo y empezar a atacar, a jugar puntos más rápidos, y si hay que desgastarse que sea en los últimos sets, cuando va a ser superior seguro. La prueba de fuego ha sido este Wimbledon, donde el año pasado llegó a la final a base de devolver todas las bolas, y este año ha ganado muchísimos puntos con saque y volea.

En definitiva, mañana nos espera otro partido increíble, el cuarto duelo del año entre Federer y Nadal (todos en finales) y la séptima vez -segunda consecutiva- en la historia que se repiten las finales de Roland Garros y de Wimbledon. Las otras cinco veces fueron en la prehistoria, con gente como Lacoste y Fred Perry (años 20 y 30), que ahora son marcas de ropa.