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FÓRMULA 1

El trágico final de Senna hizo a otros esquivar la guadaña

Las medidas de seguridad cambiaron en 1994 tras el GP de San Marino en el que falleció el genio brasileño, además del austriaco Ratzenberger. Kubica, Alonso o Massa, buenos ejemplos.

Ayrton Senna fue historia de la F-1 y cmabió las medidas de seguridad.

La F-1 es un deporte peligroso... aunque a veces se olvide. Casi medio centenar de pilotos han perdido la vida en la historia del Mundial, pero también hay ejemplos tras un escalofriante accidente. El último, Alonso. “Gasté una de las vidas que me quedaban”, reconocía tras su percance a 310 km/h. Las medidas de seguridad cambiaron de forma radical tras la muerte de Ayrton Senna en 1994 y eso ha permitido que, desde entonces, los fallecidos con un F-1 hayan sido dos: Jules Bianchi y María de Villota.

Demasiados, sin duda, pero es innegable que el avance ha sido inmenso y y no es osado asegurar que han sido claves para que accidentes como el espeluznante choque de Kubica en Canadá 2007 pudiera acabar sólo en leves lesiones. O que Massa siga en activo tras el impacto de un muelle del coche de Barrichello en su casco. O que la colisión de Schumacher en Silverstone 99 quedará en huesos rotos. O que Jos Verstappen escapara ileso de su Benetton en llamas tras incendiarse la manguera de la gasolina. Vieron cerca la guadaña y pudieron esquivarla.

Antes del trágico fin del genio de Sao Paulo otros pilotos se salvaron de forma milagrosa, pero casi siempre con ayuda de otros. En la memoria está el Ferrari de Niki Lauda ardiendo en Nurburgring con el austriaco dentro. El ahora jefe de Mercedes sufrió una grave desfiguración en su rostro y sólo la rápida actuación de tres pilotos salvó su vida. El mono ignífugo y el casco actual habrían mitigado las tremendas lesiones. O en 1992 cuando la intervención de Senna salvó al francés Comas. Ayrton paró su McLaren, y apagó el motor del Ligier tras quedar el galo inconsciente y con el pedal del acelerador a fondo. El sobrecalentamiento del propulsor habría cambiado el destino del galo asemejándose al terrible final de Roger Williamson en 1973.