La frase clave la pronunció el nuevo ministro argentino de Turismo, Gustavo Santos, mientras se desataba la tormenta en el campamento de Jujuy: fue el 7 de enero, a mitad de aventura. "Argentina quiere conservar el Dakar. Si bien nuestra intención es vincularnos a todos los eventos de lo que se denomina turismo deportivo, (MotoGP, WTCC, WRC, entre otros), pretendemos fortalecer la marca de América del Sur y, por ello, entablaremos contactos con nuestros países vecinos”. La máxima está clara: cuantos más seamos, menos pagamos. Pura cuestión matemática. El Dakar sale caro (se habla de un millón de dólares por día de competición), así que la única manera de seguir siendo escenario es que el gasto por él sea menor. Por lo pronto, Argentina y Bolivia apuntan a seguir en 2017, con Chile de nuevo en conversaciones; Uruguay y Paraguay se dejan querer; y otros como Perú, donde el presidente Humala no está por la labor, o Ecuador quedan en segundo plano. El Dakar soñado por los organizadores para 2017 arrancaría de nuevo en Chile, quizá en Valparaíso, para acabar junto al Río de la Plata, en Punta del Este, Uruguay. ¿Y luego? ASO quiere volver a África,