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Fórmula 1 | La intrahistoria

Marco Mattiaci, en la Fórmula 1 y en los negocios sin piedad

“No hay ningún negocio en el que haya piedad. Tengo claro que cuanto más difícil sea el reto al que me enfrento, más motivación tengo, es mi naturaleza".

Mattiacci, director deportivo de Ferrari.

“Presidente, ya está bien, Alonso necesita coche”. El aficionado resultó ser el director de márketing de una importante compañía española, eso sí, con nula vinculación a la Fórmula 1. Sea como fuere con Luca Cordero di Montezemolo ocurre algo curioso, simular a otros personajes famosos en este universo de los coches voladores. Y es que muchos de los que le critican después se desviven por darle la mano o hacerse una foto para su despacho, con el presidente de Ferrari. Ya saben. La vida. La visita de Montezemolo tuvo ese efecto de los terremotos en la F-1. También sobre la figura del nuevo jefe del equipo. Marco Mattiacci que se presentó en China como un tipo duro, con rostro pétreo, gafas de sol y respuestas con monosílabos. Pareció un mero invitado al lado del gran capo. De hecho, Montezemolo dijo que no hablaba ni respondía a preguntas porque su labor ahora era “escuchar, tomar nota de todo, trabajar muy duro y entender cómo funciona este mundo de la F-1, en poco tiempo estará listo”.

En cualquier caso, finalmente Mattiacci respondió a una cuestión de la insistente prensa italiana. Marco, hombre de negocios, de cifras y organización, gestor de éxito en todo el mundo siempre dentro de Ferrari. Pero nuevo en la F-1. Se le preguntó por eso, por lo dura que es esta competición, en fin, por si cree que va a estar a la altura. Pocas palabras. Pero interesantes: “No hay ningún negocio en el que haya piedad. Tengo claro que cuanto más difícil sea el reto al que me enfrento, más motivación tengo, es mi naturaleza. Como ya dije la última vez, hay muchas cosas positivas y muchas cosas que son de sentido común, y yo estoy aquí para afrontar ese reto de una forma precavida, pero con decisión”. Ahí recuperó parte del crédito. Y finalmente salió del hospitality de camino del box, al trabajo, mientras Montezemolo seguía repartiendo sonrisas y escuchando consejos. Haciéndose fotos. También.