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Motociclismo | El perfil

La ilusión y la ayuda de su gente evitó una precoz retirada

Nicolás Terol Peidro siempre quiso ser campeón del mundo. Desde que corrió en Almenara en la Fórmula Airtel de minimotos con diez años o incluso antes. Por eso, desde muy pequeño perdió el miedo y buscó los límites. Esa inquietud que rozaba la hiperactividad le hizo aprender a montar en bici con tres años tras quitarse él mismo los ruedines o la que le hacía volar a los siete con una Malaguti de cross de 50cc en los campos cercanos a su casa.

Esa misma masía de Bocairent en la que sigue viviendo y ayudando en las labores diarias a sus padres, como cuidar de Lucho y Aisa, sus dos perros labradores. Lejos de grandes lujos, cerca de sus amigos de siempre. La que le obliga a cubrir cientos de kilómetros al año, simplemente, para ir a Valencia.

Pero Terol casi lo deja antes de cumplir los veinte. Todo le salía mal, pero gracias a su entorno, siempre liderado por su padre y por su mánager Xavi Pérez, siguió trabajando con tesón y optimismo para cumplir su deseo infantil, el que ha logrado con 23 años tras unos días de mucha tensión. 'Braveheart' le ayudó a conciliar las pocas horas de sueño antes del gran día y un secreto, revelado por un amigo suyo, le ayudó a calmar los nervios a poco de salir: se comió dos croissants de chocolate, su gran debilidad. Enhorabuena, campeón.