Serviá fue sexto y el muro coronó a Wheldon

Dramático, inesperado, sorprendente, absurdo, colosal... El final de las 500 Millas de Indianápolis, el año del centenario, puede recibir múltiples lecturas, pero lo que nadie puede discutir es que contó con el elemento que tan bien manejan los norteamericanos: puro espectáculo. Empezando por el casi medio millón de personas que abarrotó el óvalo de Indiana para acabar con un líder que se estampa contra el muro en la última curva y es adelantado por el ganador final faltando treinta metros para cruzar la meta.

El thriller tuvo en los papeles protagonistas a J. R. Hildebrand, como el gran derrotado; a Dan Wheldon, como el guapo vencedor al volante de un coche con el apoyo de la Guardia Nacional y que dedicó su segundo triunfo en Indy a su madre a la que recientemente han diagnosticado Alzheimer; y a Oriol Serviá, como el secundario de lujo.

El catalán realizó una prodigiosa carrera. Salió tercero, estuvo siempre en los primeros puestos y lideró (18 vueltas) las 500 Millas, hito histórico para un piloto español. Como también lo fue su sexto puestofinal, el mejor superando el décimo del malogrado Fermín Vélez, décimo en 1997. "Queríamos más. Cuando la victoria está tan cerca un quinto (entró quinto pero finalizó sexto por un adelantamiento con bandera amarilla) sabe a poco. Estoy contento, pero esto son las 500 Millas y lo que quería era ganar. Aquí importa la suerte con las banderas amarillas y nosotros no tuvimos la necesaria", afirmó Oriol.

Serviá continúa tercero en la general de la Indycar, aunque ahora más cerca del liderato del líder Power. El objetivo es ganar el certamen más importante de monoplazas que hay en EE UU. Está en ello.