NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Fórmula 1 | La intrahistoria

Mónaco, donde vive la verdad de la F-1

Los pilotos rozan aquí los límites rodeados de lujo

<b>UN ESPECTÁCULO. </b>La F-1 se respira a sólo unos centímetros en las calles de Montecarlo.

El trozo de metal tiembla, la mano se aparta como si llegara la eternidad, en un acto reflejo, inevitable y en ese instante en el que surge la auténtica verdad de la Fórmula 1, pasa, a tres centímetros del límite, cerca, muy cerca de mí un coche que vuela por el asfalto en busca de una décima perdida. Parece que va a tocar mi mano, pero sigue su camino. Es la salida del túnel de Mónaco, donde los coches rugen como animales heridos en un grito de dolor que destroza los tímpanos en un eco interminable, parece que el guardarraíl fuera a estallar en mil pedazos cuando llega el cuarto coche que pasa por allí. Nadie conoce la verdadera razón por la que no tocan la barrera, el talento del piloto, la aerodinámica, los neumáticos... todas las razones que aparecen en los textos de especialistas carecen de sentido en este lugar donde habita la esencia de la F-1, donde se comprueba como éste es un deporte en el que los pilotos echan su vida al casino del destino en cada curva. Sobre todo en Mónaco.

Llegamos a Loews, la curva cerrada más cerrada del Mundial donde Alonso intentó un adelantamiento imposible a Heidfeld en 2008, ahí los pilotos van despacio, tanto que cualquiera, si fuéramos subidos a ese coche, pensaríamos en las bondades de la peor de las montañas rusas, toman la curva sin problemas aparentes, hasta que ahí mismo Vettel derrapa con su Red Bull como si estuviera en el Rally de Montecarlo. Después llega La Piscina, y el casino y los barcos atracados en el mar, brillante, azul intenso...

Echamos el camino atrás y la cámara no es capaz de coger a Rosberg. Va muy deprisa, pienso. Y un segundo después se escucha el sonido de un estruendo y el chirriar de las ruedas... accidente en la zona donde Pérez visitaría la incertidumbre. Nico va de un lado a otro y consigue salir del coche sin problemas. En un yate cercano, con piscina incluida, las chicas bailan y los dueños del barco toman el aperitivo tumbados, admirando el espectáculo. Mónaco, donde los pilotos rozan los límites del lugar, donde la vida sigue hacia delante o se instala en un nuevo destino, donde sólo queda lugar para el respeto hacia ellos, los que se atreven a volar en el circuito más mágico, legendario y único de la historia de la F-1.