En Japón el fracaso empresarial es una cuestión de honor. Si no se logran los objetivos, el responsable se somete al escarnio público, pide disculpas con una genuflexión del torso y llora, si es necesario, su desgraciada gestión ante el mundo entero. Esto es lo que hizo ayer Tadashi Yamashina, jefe de Toyota F1, mientras el presidente de la multinacional, Akio Toyoda, anunciaba el adiós del mayor fabricante del planeta a los grandes premios desde 2010 por la "severa crisis económica actual". Y también han influido los malos resultados, ni una victoria en ocho temporadas con el mayor presupuesto de la F-1.

En un comunicado, la marca revela que ya hubo dudas para 2009: "Toyota decidió seguir este año en la cima del automovilismo incluso a pesar de la severa crisis económica que comenzó en 2008. Pero ahora, ante la realidad económica actual, hemos decidido dejarlo". No como su gran rival Honda, que abandonó hace un año.

Japón se queda sin equipos de Fórmula 1. En 2011 también se va Bridgestone. Sin decirlo, la marca está dispuesta a pagar una multa de varios millones de euros por marcharse después de firmar el Pacto de la Concordia y comprometerse a correr hasta 2012: "Nuestra intención es buscar la mejor solución a todas las partes que se sientan perjudicadas por esta decisión". Y su presidente, Toyoda, nieto del fundador, se disculpa al más puro estilo nipón: "Le pido perdón desde lo más profundo de mi corazón a todos los fans de nuestra escudería. Yo soy el único responsable de esta decisión".