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Fórmula 1 | Exhibición en Oviedo

Alonso llevó al éxtasis a 170.000 personas

El campeón asturiano alcanzó con su monoplaza los 280 km/h en las calles de su ciudad y emocionó a los aficionados con un espectacular festival de derrapajes sobre un kart, dos Renault Mégane y el R28

Carlos Miquel
<b>UNA CIUDAD ENTREGADA. </b>No faltaba nadie. El recorrido estuvo abarrotado de seguidores de Fernando Alonso, que disfrutó de lo lindo con la cercanía del público.
eloy alonso

E n la víspera de la exhibición, durante una cena junto a un grupo de periodistas, Fernando Alonso dejó bien claras sus intenciones: "Hay que ir muy deprisa con los coches previos al Fórmula 1. Si se sigue a rajatabla el programa sólo podré dar cuatro o cinco vueltas, y eso es demasiado poco. Hay gente que está durmiendo en el circuito para verme ese ratito". Y cumplió lo prometido. El ovetense fue a la carrera de un kart de competición a un Renault Mégane RS de calle, de éste a un espectacular Mégane Trophy de 320 CV y logró terminar con nueve vueltas y media al recorrido subido al R28 con el que ganó en Japón y Singapur.

Fernando alcanzó los 280 km/h en la subida del Paseo de Toreno y, con un estruendo a su paso de 140 decibelios, condujo al éxtasis a 170.000 enfervorecidos aficionados que inundaron las calles de Oviedo. Ésta fue la última estimación de la Policía Municipal, porque la primera hablaba de unos 140.000. Claramente por encima, en cualquier caso, de lo previsto. De Gijón a la capital del Principado en los trenes no se cabía, parecía el metro de Tokio. Y a la antigua Vetusta llegaron autocares con aficionados de toda España. Fue una locura marcada por las medidas de seguridad y el excesivo celo para que ningún periodista, de un medio escrito, pasara a un paddock convertido en un plató al servicio exclusivo de las televisiones.

Las virguerías del campeón con el R28 fueron una muestra de lo que es capaz el mejor piloto del mundo. Llegó a girar en redondo (los famosos donuts) sin manos. Dejó girado el volante y se dedicó a saludar con las dos manos mientras el coche obedecía en una inenarrable serie de trompos. Se levantaba la visera ante la grada y derrapaba con una mano. Se paraba, aceleraba a fondo, primera, segunda, tercera A 18.000rpm hasta la sexta velocidad. Y vuelta a empezar. Con el famoso gesto de los pajaritos. Al terminar, se subió al morro del coche y saludó a los aficionados que coreaban su nombre, bañó a algunos de ellos en champán y le regaló un casco al alcalde.

Antes, le recordó a su hermana Lorena (que decía, nada más bajarse del coche, "es impresionante ver la ciudad así") su maestría con el derrapaje también con un turismo. Justo por las calles donde ella y Fernando paseaban de pequeños, y con el recuerdo presente para Fernando de su recientemente fallecida güela María: "En acontecimientos así te acuerdas de la gente de la familia que no está y le habría gustado verme en casa. Supongo que lo harán desde arriba".