De poco sirve que el código deportivo internacional establezca que no se pueda juzgar ninguno de los sucesos de un gran premio una vez superado el 20 de noviembre del año en el que se disputó. Tampoco importa demasiado que la única prueba relevante que se disponga sea el testimonio de un piloto resentido, Nelsinho Piquet. Pese a que la prudencia y la ley invitaban a otra cosa, la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) decidió ayer convocar a Renault a una vista ante el Consejo Mundial el 21 de septiembre en París. Se trata de dirimir si la escudería obligó al piloto brasileño a estrellarse en el GP de Singapur de 2008 para favorecer a Fernando Alonso, vencedor de la prueba, con la salida del coche de seguridad.

Según el comunicado del máximo organismo, a Renault se le acusa de quebrantar el artículo 151c del código deportivo internacional y se emplean términos con aroma a venganza: "Los representantes del equipo deberán responder por los cargos de haber conspirado con su piloto, Nelson Piquet Jr., para provocar un accidente deliberado en el GP de Singapur de 2008 con el objetivo de desencadenar la salida del coche de seguridad y conseguir así una ventaja para su compañero de equipo".

De encontrarles culpables, Renault puede ser excluida del Mundial por "atentar contra el deporte, o los intereses de la competición". Pero a día de hoy sólo hay la palabra del brasileño, que ha cavado su tumba deportiva en las carreras de alto nivel, contra la escudería. La FIA piensa solicitar las grabaciones de audio de la carrera a la escudería, así como la telemetría de ese gran premio para encontrar alguna prueba que apoye tal teoría. Mosley tiene otra excusa para destruir a su enemigo Briatore.