El rugby marcó su futuro en F-1

"Todo piloto de F-1 piensa que puede ganar, aunque sea su primera carrera y tenga el peor coche". Esta frase de Esteban Tuero, piloto de Minardi en 1998, explica que el sueño no es llegar, sino vencer. Mark Webber era el australiano con más carreras disputadas, 130, y uno de los 720 pilotos que sabían la sensación de manejar un monoplaza de F-1. Ahora es uno de los 103 que también saben lo que es ganar, el tercero de su país.

Nacido hace 32 años en Queanbeyan (Nueva Gales del Sur), Mark es piloto, en parte, gracias al rugby. Hasta los 14 años no se subió a un kart ya que quería ser jugador de los Camberra Riders, donde era recogepelotas. Pero se enganchó a los coches porque su padre le convenció. Varios triunfos a nivel estatal en karts le allanaron el camino hacia la Fórmula Ford, donde también logró numerosas victorias.

Y llegó una dura decisión. La oferta de la Fórmula Ford Británica le obligaba a marcharse con 19 años a Europa. Lo hizo solo y cambió las comodidades de la inmensa casa paterna por un cutre desván en Inglaterra. Terminó segundo y de ahí pasó a la F-3. Y llegó otro momento crucial. Cuando la falta de dinero amenazaba con fuerza su futuro, Webber abordó a su compatriota David Campese, estrella del rugby, en el aeropuerto londinense de Heathrow. "Me puse de rodillas y vio hasta qué punto necesitaba su ayuda. Fueron 56.000 libras, claves para ese año y el futuro", afirma Mark.

Después, este fanático del ciclismo y admirador absoluto de Muhammad Ali, pasó al FIA GT y al programa de Mercedes de Le Mans. Su recuerdo de las 24 Horas no puede ser peor. En 1998 abandonó a las pocas vueltas y en 1999 vivió dos graves accidentes en los entrenamientos que les impidió siquiera tomar la salida. La Fórmula 3000 precedió su llegada a la F-1 sustituyendo en 2002 a Alonso en Minardi. Dos años en Jaguar, otros dos en Williams y tres en Red Bull completan su carrera, siempre guiada por Flavio Briatore y por su novia-representante, Ann Neal. En Nurburgring, ganó su primera carrera.