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Rallies | Campeón del mundo

Un gimnasta tras las huellas de Auriol

Sebastien Loeb

Desde que nació, Sebastien Loeb, Seb para los amigos, estaba predestinado a ser un atleta, posiblemente un gimnasta. Porque cuando vio la luz el 26 de febrero de 1974 en Haguenau, un pueblo de la Alsacia francesa, muy cercano a Alemania, su padre era un excampeón universitario de gimnasia reconvertido en profesor de educación física en un colegio.

Y claro, Seb se condujo hacia esa disciplina, en la que llegó a ser campeón regional varias ocasiones. Sus pasos profesionales se enfocaban hacia la electricidad, que era lo que estaba estudiando hasta que sus amigos, que sabían de sus dotes al volante por algunas correrías inconfesables de juventud, le empujaron a presentarse en 1995 a la selección de promesas del volante. Justo un año antes se había coronado el hasta ahora único campeón mundial de rallys francés, Didier Auriol.

Tras ser finalista dos años, le llegó la primera ayuda de Dominique Heintz, que había participado en algún París-Dakar y ahora es su abrepistas en el Mundial. Tras mostrar sus dotes con varios triunfos en su categoría, apareció su segundo gran mecenas, el industrial Pierre Champeau, un apasionado del automovilismo que había perdido a su hijo Mark mientras efectuaba los reconocimientos del Rally Mont Blanc. Gracias a su ayuda despertó la atención de la Federación Francesa, que le incluyó en su equipo de promoción de jóvenes pilotos.

Sus buenos resultados abrieron los ojos de Guy Frequelin, director deportivo de Citroën, una marca que tenía intención de dar el salto al Mundial por aquel entonces, y que le dio la oportunidad de correr el campeonato galo con un Xsara y el Mundial Júnior con un Saxo. Y ganó ambos, por lo que en Sanremo 2001 le dejaron uno de los Xsara oficiales. Seb acabó segundo... y si el rally dura dos tramos más, hubiera ganado. A partir de entonces todo ha ido miel sobre hojuelas para el alsaciano y su equipo. En 2002 se veía desposeído del triunfo en Montecarlo por un error del equipo cuando había sido el más rápido, pero en Alemania inauguró su casillero de victorias, que ya suma nueve, más un flamante título.

Pero la vida no le va a cambiar mucho al bueno de Loeb, que lleva una vida tranquila en la localidad suiza de Biel-Benken. Allí reside junto a su novia de toda la vida, Severine, hija del dueño de un concesionario de Peugeot y apasionada de los rallys. Habrá que ver si su padre la desheredará tras haberse convertido en el apoyo del hombre que ha acabado con la hegemonía de la marca del león