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Fue el Rossi de los 70

Nunca olvidaré la primera vez que vi a Barry. Fue en Mollet, en la fábrica de Derbi, cuando él tenía 16 años y yo 20. Llegó con su padre y no tardamos mucho tiempo en congeniar. Siento que he perdido un buen amigo, que se ha ido un piloto del que aprendí mucho, sobre todo en lo táctico. Lo que más me gustaba era cómo planteaba las carreras. Tenía un gran coco y no era de los que buscaba ganar con mucha ventaja. Él también prefería, como yo, ganar en la última curva de la última vuelta. Cuanto más emocionante mejor, porque así se divertía más la gente que tanto le quería.

Tanto era así lo que cuento, que recuerdo una carrera de 125cc en el circuito de Assen, a principios de los años 70, en la que los dos nos estábamos jugando el título y ninguno de nosotros quería ir primero. Yo quería que pasara él delante, y él que pasara yo. Perreamos tanto el uno con el otro que llegamos a pararnos en una curva con los dos pies en el suelo, él con la Suzuki y yo con la Derbi. Al final nos pasó Jansson, que venía tercero muy atrás, y tuvimos que salir de najas a por él. Acabamos cogiéndole. Decir quién ganó de los dos no viene ahora a cuento, pero fuimos primero y segundo.

Barry era un tío que sabía dar espectáculo, fue el Valentino Rossi de esos años con su número 7 y el Pato Donald. Entonces también se vendían como ahora camisetas en los circuitos y las que más se veían en las gradas eran las que llevaban su número. Sabía hacer disfrutar a los que le seguían y también pasárselo bien. Recuerdo que tenía un Rolls Royce con una matrícula en la que ponía su nombre y una vez se trajo con él al GP de Francia, en Paul Ricard, a George Harrison, uno de los ‘beatle’.

Tenía mucho nivel, estaba bien relacionado y era muy bueno, rápido en todas las categorías en las que compitió. Tengo un montón de anécdotas con él, muchas inconfesables, pero de las que se pueden contar hay una que nunca olvido. En un GP de Inglaterra, salimos por la mañana del hotel algo tarde y camino del circuito de Silverstone encontramos un gran atasco. No había manera de llegar a tiempo a las carreras y se bajó del coche para llamar por teléfono a la Policía. Yo no sabía qué es lo que hacía, pero llegaron al momento para escoltarnos con sus coches y evitarnos el tráfico.

La última vez que le vi fue en octubre y creo que con 52 años aún tenía mucho por vivir. Se ha ido joven, pero ha disfrutado al máximo el tiempo que ha estado aquí. Nunca le olvidaremos.