‘Invierno en América’, reseña. El Capitán América se enfrenta al trumpismo

El Capitán América es más que un cómic nacido en plena Segunda Guerra Mundial, era y es un símbolo con el que Estados Unidos intenta vender al mundo algunos de los valores que se presuponen a su democracia. El problema es que el icono, como el país, ha ido cambiando y el personaje ha sido fiel reflejo de esos vaivenes políticos que terminaron con Trump en el poder.

Tras una brillante etapa que arranca en 2005 de la mano de Brubaker y que dota a Steve Rogers de una vertiente más de espía que de combatiente, Rick Remender tomó el relevo manteniendo un buen tono. Su sucesor, Nick Spencer, comienza la cuesta abajo en 2016 cuando transforma a Steve Rogers en un secuaz de Hydra. La historia termina con unos Estados Unidos bajo el yugo dictatorial de la organización nazi que tiene al falso Capitán América como símbolo. Mark Weid volvió al rescate de la serie hasta que por fin Ta-Nehisi Coates se hace con los mandos.

Matar al símbolo no al hombre

Cuando Coates se hace cargo de la colección se encuentra con unos Estados Unidos que aún sufren las consecuencias del engaño, con figuras relevantes que han subido al poder por su oposición a Hydra, aunque sus motivaciones sean bastante oscuras, y con un Capitán América bajo sospecha. El guionista, que es un reconocido periodista y escritor, conoce como nadie el sustrato social sobre el que se fundamenta su país donde las minorías raciales son discriminadas y la clase obrera sacrificada en aras de los beneficios. Parte de ese descontento se haya reflejado con bastante inteligencia en las páginas de ‘Invierno en América’. Retrata como nadie ese votante de Trump que no tiene problemas en manifestar que prefiere seguridad a libertad y que su país está en manos enemigas.

En esta nueva conspiración aparecen personajes rusos y nazis como eje del movimiento, su objetivo no es destruir al hombre, algo que ya consiguieron en el pasado, su ideal es romper el mito, conseguir que la sociedad estadounidense reniegue de su símbolo. Pero Coates no tiene el talento de Brubaker y sus tramas son menos creíbles a pesar de que llena de texto las viñetas.

Un nuevo equipo

Steve Rogers es acusado de asesinar al general Ross y por ello es encarcelado en una prisión de máxima seguridad junto a viejos villanos conocidos. Arranca una historia carcelaria con poco gancho en el que el capi conecta con algunos de los presidarios. Por otro lado, Sharon Carter consigue reunir un equipo femenino de heroínas Marvel para desenmascarar al verdadero asesino de Ross y apoyar al Capi en su fuga. Todo bastante impostado.

Coates un guionista social

El afamado escritor y periodista afroamericano es casi un recién llegado al medio cuando aterriza en la colección de Capitán América 82018), antes solo había pasado por Black Panther (2016) dando un buen nivel y dotándolo de una dimensión política de la que carecía. Su vida no fue fácil, criado en un barrio conflictivo de Baltimore en plena epidemia de crack por un padre que tenía siete hijos de cuatro esposas y era un pantera negra y veterano de Vietnam. Todas estas vivencias se reflejan en su obra donde la comunidad y los valores son pilares fundamentales.

Dos dibujantes, dos estilos

La primera parte de este arco corre a cargo del dibujante filipino Leinil Francis Yu. Cuando llega a ‘Invierno en Améica’ ya ha tenido un amplio recorrido en Marvel, compañía para la que trabaja desde el 1997 con Lobezno, X-Men, Vengadores, Cuatro Fantásticos, Hulk… Es un dibujante que se mueve muy bien en las escenas de acción, pero que tiene problemas con unos rostros demasiado cuadrados y unos ojos vacíos. En su haber, estes es uno de sus trabajos más redondos. En la segunda parte es Adam Kubert quien se encarga de los lápices, su trazo es más sólido, se maneja mejor en las secuencias que implican largos diálogos gracias a un mayor dominio de las estructuras.

Conclusión

Coates se sirve del gran símbolo de América para denunciar algunos de los males que socavan la democracia de su país, aunque lo hace de forma inteligente, por el contrario, su historia conspirativa hace aguas por lo enrevesada de las situaciones que propone. Carga las viñetas de diálogos que muchas veces no tienen un rumbo definido.

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