Análisis

Gran Turismo 7, realidad virtual y volante: no hay conducción igual en consolas

El título de Polyphony para PS5 eleva la conducción a una nueva dimensión gracias a las gafas de PS VR2 y al uso del volante Logitech Pro Racing Wheel.

La mejor experiencia en conducción que hemos tenido nunca en consola. Así se puede definir la combinación de Gran Turismo 7 con su última actualización, el uso de la realidad virtual gracias a unas PS VR2 que llevan entre nosotros varias semanas y un volante de gama alta como Logitech Pro Wheel con el que hemos estado exprimiendo uno de los imprescindibles de la realidad virtual. En PS5 se vive una conducción que entra en una nueva dimensión y que rompe con cualquier cosa que hayamos probado hasta el momento en plataformas sobremesa. La versión definitiva de Gran Turismo 7 y la gran oda al automóvil que siempre defendió Kazunori Yamauchi.

No vamos a descubrir ahora a Gran Turismo 7, uno de los grandes exponentes del género y que en nuestro análisis ya defendíamos como cierto retorno a las esencias de la saga. La pasión que desprendía el juego con su aprecio al mundo del automóvil, explicando y explayándose en cada colección y cada vehículo, así como el desarrollo de Gran Turismo Café, las licencias esperando ser conseguidas o el modo foto. Un homenaje a la cultura del automovilismo que también mantenía otras características intactas.

Gran Turismo ha sido siempre sinónimo de conducción: el control de los vehículos es diferencial y su gran gancho. Eso se notaba con volantes adaptados para la experiencia, pero también se daban pasos al frente en PS5 gracias al DualSense, aprovechando los gatillos adaptativos y la vibración háptica. Sensaciones en un juego que lucía especiamente bien, aunque no puntero, a nivel técnico. Todo esto ha ido evolucionando a nivel de contenido, pero también a nivel de inmersión.

Si bien es cierto que la IA nos siguió dejando algunas dudas -y se mantiene en su juego base- y que el motor de colisiones sigue siendo inexistente en nuestro día a día con las pruebas habituales (ya no hablamos de deformaciones de los vehículos, sino de penalizaciones a nivel de daños mecánicos del vehículo o de puntuación en carrera si chocamos o nos apoyamos en nuestros rivales), el juego da un salto cualitativo importante: por un lado, con la IA Sophy que está en formato beta durante algunas semanas. una inteligencia artificial extremadamente competitiva -algo que echamos en falta hasta hoy- y que se muestra agresiva cortando en curvas, presionando a rebufo y buscando qualquier recoveco para avanzarnos. Lo mejor no es que sea ofensiva, es que parece muy real y aumenta la presión en carrera (incluso en niveles de dificultad estándar) muy por encima de la experiencia original. Y si decimos que esto es el menor de los cambios…

Dentro del coche: la realidad virtual es otra historia

La primera vez que te adentras en la realidad virtual, crees que algo no funciona. El menú se ve en modo cine y no estás a 360 grados. Vas seleccionando todo lo que quieres para arrancar una carrera… Y entonces sí: entras en el vehículo. Ese momento es impactante, porque realmente el salto cualitativo que das a la hora de jugar desde una cámara interior no tiene comparación alguna. La experiencia es otra. Es difícil de explicar si no lo has probado, porque se queda corto: es un espectáculo poder estar en el interior del coche, ladear la cabeza para mirar los acabados del vehículo o simplemente echar un ojo a los retrovisores, y seguir hacia delante.

La experiencia de realidad virtual te empuja a ser mucho más precavido a la hora de conducir. No nos referimos a que vayamos más lentos, pero es cierto que a la hora de frenar antes de entrar en una curva o de adelantar un vehículo por la izquierda o por la derecha, intentamos que sea de forma limpia. Impresiona acercarse al culo de un coche, intentarlo superar demasiado cerca o frenar de golpe porque estás a punto de chocar con él. La sensación de inmersión es total y absoluta, porque estás ahí dentro y la sensación de velocidad ha aumentado considerablemente respecto a la experiencia original.

Además, hay algo muy realista en este tipo de experiencia: la capacidad de poder acercarte a un vehículo, adelantarlo y mirar por la ventana… O echar un ojo al otro lado o al retrovisor interior y ver como los otros coches están acercándose. Tenemos un control periférico de lo que sucede a nuestro alrededor que nos mete de lleno en carrera. Y eso es espectacular.

La interacción con lo que nos rodea sigue presente en muchos detalles que hacemos conduciendo en la vida real y que aquí, antes de la VR, casi no tenían importancia. En carreras nocturnas, por ejemplo, nos molestan los faros de los rivales cuando se reflejan en los retrovisores. En medio de circuitos desérticos en Estados Unidos, los reflejos del sol en el horizonte también nos nublan algo la visión. Si a todo esto le añadimos la sensación de cambio de rasante que ofrecen algunas curvas como el sacacorchos de Laguna Seca, tenemos una experiencia sorprendentemente precisa y realista que no nos esperábamos.

El casco también ayuda y mucho con varias de sus características. Desde el sonido envolvente hasta, sobre todo, la vibración del propio casco de PS VR2, que nos aporta todavía más inmersión en ciertos choques, en salidas de pista… Está todo hecho para que nos impresionemos pero, para que sobre todo, nos sintamos dentro de un vehículo. Los que estamos acostumbrados lo vemos normal y celebramos esta integración, pero cuando probamos de brindar la experiencia a alguien que nunca había jugado así, sus emociones fueron de miedo y de tensión: sentir que iba a chocarse de verdad con otro coche, verlos frenar mucho antes de tiempo por miedo a salirse… Un impacto para ellos que demuestra lo bien hecho que está.

Es verdad que el título pierde algo de detalle por el camino -sobre todo en ciertas partículas como la lluvia o en la distancia de dibujado- y que en algunas carreras fuera de pista, la respuesta y físicas de los vehículos parece algo ligera, sin que tengan tanto peso como nos gustaría, pero son concesiones que entendemos y que nos parecen ajustadas: la sensación general sigue siendo tan abrumadora que compensa con creces.

La guinda del pastel: Logitech Pro Racing Wheel, conducción profesional

Jugar con un volante dedicado a un juego como Gran Turismo 7 te dirán los más entendidos que es imprescindible para explotar al máximo el concepto de Real Driving Simulator. Y muchos dirán que no es para tanto y que para partidas ocasionales, lo que ofrece el DualSense está bien. Cierto. Pero también es cierta la primera afirmación. Cuando nos llegaron las PS VR 2 teníamos claro que necesitábamos probarlo con el pack completo, así que Logitech nos cedió la oportunidad de probar su Pro Racing Wheel, su volante más avanzado y que lleva la experiencia a otro nivel.

Hablaremos de él en estos próximos días en un análisis dedicado, pero podemos decir ya que estamos ante un volante premium que juega en la zona alta de estos dispositivos y que tiene unos acabados de altísima calidad, aunque lo más importante está en la experiencia de juego. De peso robusto y diseño sobrio y elegante, todo está disponible en el volante: desde los botones principales de la consola hasta cuatro levas posteriores, ya sea para cambiar de marcha o para acelerar y frenar si no usamos los pedales. Su precio es premium, pero sus condiciones también.

Compatible con PC (desde donde podemos personalizar la experiencia con su hub), PS5 y PS4, una vez lo encendemos entendemos lo que significa un volante de estas características. Impresiona el tacto y la respuesta en cada una de las situaciones en las que nos hemos encontrado, y que hacen que todo lo que hemos explicado antes de las PS VR2 se multiplique todavía más.

Por un lado, la dureza a la hora de girar y mover el volante se ajustan a la realidad de lo que estamos haciendo. Por el otro, la vibración que transmite y que nos hace sentir en una experiencia completa como pocas. Saltar por un piano, derrapar en exceso o conducir sobre la gravilla se trasladan en forma de vibración cambiante y muy precisa, lo que junto a lo que vemos con el casco de realidad virtual y la vibración del mismo, te sientes realmente en una carrera. A eso se añaden sensaciones como golpes secos al botar, sensación de pérdida de control de las ruedas en cambios de superfície o en suelos mojados…

Todo ello está relacionado directamente con el sistema TrueForce del volante, que convierte el audio del juego en una vibración más sutil que ayuda a la inmersión (cambio de marchas y otros detalles que en otros volantes serían simplemente elementos sonoros,, por ejemplo). Es algo para lo que Gran Turismo 7 está adaptado y se nota. Al final, estamos ante una experiencia muy sensorial entre todos los dispositivos que lo que hacen es simplemente… Realismo.

El volante funciona con Direct Drive, una tecnología que conecta directamente el aro y el eje del motor permitiendo que todo lo que hemos explicado a nivel de transmisión y de force feedback sea mucho más realista, contínuo y sin irregularidades. Mucha más precisión en lo que hacemos y lo que vemos. Y eso, cuando jugamos en realidad virtual y vemos como se ejecuta al milímetro lo que hacemos desde dentro, es la guinda del pastel.

Conclusión

Gran Turismo 7 concluye su evolución, iniciada con la salida a la venta hace justo un año, con una experiencia que no tiene comparación en consolas hasta el momento. El juego ha ampliado contenidos, y algunos como la IA Sophy son prometedores, y también ha navegado entre la controversia por las recompensas y los créditos recibidos. Pero sobre todo, da un salto cualitativo con las PS VR2: la inmersión es total y absoluta, se convierte en uno de los imprescindibles para probar la realidad virtual y todo es mucho más intenso y realista que nunca. La guina del pastel la pone un volante como el Logitech Pro Racing Wheel, que transmite también a las manos una sensación única de fuerza y realismo. Juntos completan la experiencia más impactante de la realidad virtual de Sony.

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