‘El oso vicioso’, crítica. Una película demasiado autoconsciente
Elisabeth Banks consigue convertir una historia alocada en un cinta medida donde no tiene cabida lo políticamente incorrecto.
Unos narcotraficantes pierden un cargamento de cocaína en plenos Apalaches estadounidenses. Un pobre oso negro prueba el material y se vuelve loco, yonki y agresivo. Montañeros ocasionales y los dueños del cargamento sufrirán sus consecuencias.
El oso vicioso se dio a conocer por redes sociales mucho antes de su estreno, pero sobre todo por el clásico boca a boca. No hay mejor promoción. Una premisa tan loca hacía incluso dudar de su existencia. ¿Era una película real o simplemente un gran tráiler falso? Y aquí está el origen de uno de los problemas. Era imposible separar las expectativas del resultado final.
Todo muy medido
No era un fallo del espectador pensar que El oso vicioso era un película que rompía con los estándares hollywoodienses y que sin complejos y con cierta ingenuidad salía de lo políticamente correcto para conseguir un producto gamberro.
Para que la película funcionara no necesitaba estar bien hecha, ni bien interpretada y ni siquiera bien dirigida, solamente ser auténtica pero no lo es.
Es una receta de estudio con unos ingredientes medidos al milímetro. Un poquito de gore, pero sin pasarse para que deje un poco gusto a serie B. Una pizca de bromas traviesas con niños para la pueda ver toda la familia. Tomar la cocaína en tono de comedia pero con reprimenda moral para que nadie se ofenda. Y por su puesto todo revuelto con un oso hecho con CGI que pone caras graciosas para que nadie se la tome muy en serio. Está todo demasiado pensado dentro de un producto que prometía todo lo contrario.
Demasiado bien hecha
Pero ese no es su peor pecado. En realidad, todo eso hubiera dado igual si la película hubiera sido ingenuamente autentica. Tras Sharknado el trono de las películas malas que de tan malas son buenas ha quedado vacío y con películas de estudio no se puede llenar. Es que incluso está demasiado bien hecha técnicamente. Esta era una película para que un oso de trapo la liara sin más.
Tal vez, los creadores estén demasiado condicionados por agentes externos que ni con un argumento así dejen volar la imaginación y la creatividad. ¿Quién sabe? Tal vez las florecientes IA sean más librepensadoras que nosotros y puedan hacer un producto más auténtico. Propongo pedirle a una IA que haga una historia sobre un oso que está hasta las cejas de cocaína. O tal vez, el cine autentico no esté en todas partes y a la vez en todos los cines, tal vez esté bajo las promociones de estas películas sin alma. Una pena porque con poco hubiera sido divertidísima.
Una dirección errática
Siempre hago referencia al director o directora de las películas porque considero que ahí reside la clave de lo que sentimos al ver la película. En este caso es más bien lo contrario. La falta de personalidad del film viene por la falta de dirección de Elisabeth Banks. Directora que normalmente resta o en el mejor de los casos no aporta nada.
No digo que la película no de lo que promete. Es un menú con comedia en cada plato, con personajes extremos y situaciones frenéticas. El problema es que quiere parecer o que no es.
Adiós a un grande
Con todo y con eso, ir al cine a ver esta película sigue siendo una buena idea. La película es corta, tiene un buen ritmo, y unos chistes buenos o malos que se suceden sin parar. Afortunadamente la parte ñoña es muy pequeña que junto con un guion tan directo busca un entretenimiento sincero sin tomarse muy en serio a sí misma.
En definitiva, una película con mucho oso loco, mucha cocaína, sangre y gritos, ¡ah! y además podemos despedirnos del magnífico Ray Liotta.