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Opinión

La sexualización de ‘One Piece’ toca techo y da vergüenza ajena

El nuevo capítulo del anime es el ejemplo perfecto de lo que menos nos gusta de la serie y señala (una vez más) a Eiichiro Oda.

One Piece

Lo admito, a veces me da vergüenza ver ‘One Piece. No lo digo por los prejuicios asociados al mundo del manga y el anime. Mucho menos por miedo a términos como “otaku” o “friki”, blanqueados en los últimos años. Lo digo por la sexualización de sus personajes femeninos y el mal gusto de ciertas escenas. Para muestra el capítulo de esta semana, un episodio en el que sus animadores estaban tan ensimismados en los pechos de un personaje que se han olvidado de dibujar bien el resto del cuerpo. Un personaje que, por cierto, tiene 12 años.

Habrá quien eche la culpa a Toei Animation y quien critique a Eiichiro Oda. Para mí es igual. Ambos son responsables. La primera por permitir un fallo de animación semejante y por haber adaptado así dicha escena. Para la sangre y las heridas se anda con censura y con remilgos, pero para ver a una niña ponerse el sujetador va y tira el presupuesto por la ventana. No hacía falta alargar la secuencia de forma obscena y exagerada. Es francamente triste que eso sea lo más llamativo del capítulo.

A Oda tampoco le eximo de culpa. Es evidente que la escena parte de un panel suyo y no es la primera vez que cambia la máscara de pez por la de pervertido. De hecho, en el arco que se avecina en el anime, el arco de Egghead, pondrá a todas las mujeres de la tripulación a correr en tanga por la Isla del Futuro. Le resulta indiferente que parte de la región esté congelada y que los hombres vayan bien tapaditos. Es más, ¿queréis conocer su explicación? Simple y llanamente que ha aprendido a dibujar “culos sexis”. Tan decepcionante como aquella vez en la que mostró su método para hacer personajes femeninos y resumió todo en trazar un palo y dos globos.

Habrá quien tergiverse y diga que tenemos algo en contra del sexo, la belleza y la voluptuosidad humana. Argumentos pueriles que en el patio del colegio se rebatirían con un “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Pasarse el día sexualizando así a sus personajes no vuelve a Oda alguien moderno, al revés. ¿Y no es precisamente el autor quien repite una y otra vez que no quiere romances entre los Sombrero de Paja porque son niños y esto es un relato de aventuras? ¿A qué vienen entonces esas escenas, esos ángulos de cámara y epítetos como “sexi”?

No hay absolutamente nada malo en los personajes seductores. ¿Quién se ha quejado de Boa Hancock? Es la mujer más fuerte de ‘One Piece’ y desprende sensualidad por cada poro de su piel, pero tiene todo el sentido del mundo. Está inspirada en Medusa y cuenta con una fruta del diablo capaz de convertir en piedra a todos aquellos que se sienten atraídos por ella. Y qué demonios, puede haber piratas de belleza exuberante sin justificación alguna, sin que su aspecto tenga que ver con su historia y personalidad. Pero un poquito de variedad y cabeza.

La secuencia de Bonney es la última de una larga lista. Hace unos días también se tonteó con la pedofilia al hacer que varios personajes se enamoraran de la seraphim de Boa Hancock, la versión “niña” de la Emperatriz. Y situaciones incómodas las hemos tenido a borbotones, en especial desde el time skip, en el que por cierto, Oda destrozó el diseño de Nami y resumió su desarrollo personal en que le habían crecido el pecho y la melena.

¿O vamos a olvidar también la escena de Robin en Dressrosa, esa inspirada en ‘Los viajes de Gulliver’ donde saltan todas las alarmas al ver a la mugiwara atada y con personajes diminutos saliendo de falda y escote? Con poco más, Almodóvar te hace la secuela de ‘Hable con ella’. Eso por no hablar del aspecto de Smoker en Punk Hazard, donde cambiaba de cuerpo con su lugarteniente y lo primero que se le ocurría, en una isla de nuevo congelada, era abrirse la camisa de par en par. Claro que hay personajes femeninos escritos maravillosamente y otros hasta transgresores, como Yamato, pero son un rara avis en un anime en el que cada vez es impera más el machismo y la sexualización.

One Piece
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Me recuerda a mi adolescencia, a cuando me ponía a ver una película o serie en mi cuarto y mis padres se las ingeniaban para entrar cada vez que había una escena de sexo. ¿A quién no le ha pasado? Entonces el pudor era comprensible. No venía de la secuencia en cuestión, sino del miedo a que a mis padres se sintieran en la obligación de ponerse a hablar conmigo de sexo. Es una conversación natural y recomendable, faltaría más, pero al menos en el caso de mis progenitores, también de incomodidad contagiosa.

Aquí la vergüenza viene de la escena en sí. Si alguien entrara y me pillara viéndola, no sería capaz de justificarla. Es gratuita y carece de explicación alguna. Me parecería imposible recomendarle el anime a esa persona después de su visionado. A mí mismo me hace preguntarme qué demonios estoy viendo. Me genera rechazo y me saca por completo de la aventura. No hay peor marketing para la serie. Porque no vemos ‘One Piece’ por ellas, sino a pesar de ellas, y a veces cuesta.